martes, 2 de agosto de 2022

 




EL GENERAL RAMON GUERRA

El regreso del guerrero

 

 

 “La historia es un incesante volver a empezar”.

Tucídides

 

 

Cumplida su condena, regresa al terruño con la salud disminuida por los años de duro encierro: Sus haciendas y negocios habían sufrido grandes pérdidas debido al abandono del dueño y para complemento encuentra a una esposa enferma que fallece poco tiempo después de recuperada su libertad. Pero nada de esto amilana su férrea voluntad y se dedica con ahínco al trabajo, recuperando la prosperidad de sus negocios y haciendas. Nos indica su biógrafo, Castillo Lara, que los años de aislamiento le otorgaron a Guerra un carácter más serio y callado, pero continuaba en el fondo siendo el mismo hombre bondadoso que seguía gozando del respeto, la admiración y el  cariño de sus coterráneos.  El periodo de relativa paz política y militar le es propicio para enrumbar su menguado patrimonio, producto, como ya apuntamos, de los años de cárcel. Es poseedor de haciendas, ingenio y de varias viviendas ubicadas en la llamada calle de la entrada, hoy calle Miranda. Calle que para aquel entonces ya era conocida como la “calle de los Guerra”  

Llega el 20 de febrero del año 1892 y el presidente Andueza Palacio no entrega el poder, violando lo pautado en   la constitución vigente; este hecho hace que el general Crespo desconozca al gobierno calificándolo de usurpador e ilegal. Como era de esperarse en la Venezuela del siglo XIX este hecho termina en alzamiento militar. Con la célebre proclama de “El Totumo” (su hacienda en las llanuras del Guárico) el Caudillo de San Francisco de Cara se rebela en nombre de la legalidad. En la revolución legalista, así llamada por la historia, el general Guerra va a tener una determinante participación y podríamos calificar como la cúspide de su accionar militar. Es nombrado por el general Crespo como  general en jefe del Ejército legalista siendo el responsable principal de la estrategia militar del ejército revolucionario y artífice de las victorias obtenidas entre marzo y octubre de 1892 durante combates en Valencia, Calabozo, La Victoria y Villa de Cura ; estas arrolladoras victorias hicieron que el presidente Andueza huyera al extranjero el 17 de junio de aquel año dejando al ya entrado en años Guillermo Tell Villegas  encargado de la presidencia y de buscar un acercamiento con Crespo. El líder llanero se niega a cualquier pacto y el encargado procede a presentar su  renuncia. Asumiendo su sobrino Guillermo Tell Villegas Pulido, pero sufre el abandono masivo de las tropas y se ve obligado a abandonar el país. Quedando Caracas acéfala de gobernantes. El caos se apodera de la capital produciéndose saqueos y otros desmanes hasta que un grupo cívico intentó regresar a la calma mientras llegaba el ejército de Crespo a poner orden.

Es necesario hacer un paréntesis acá para dejar constancia de, según relata Lucas Castillo Lara, la gran cantidad de oficiales sancasimireños que acompañaron a Ramón Guerra en esta campaña de la Revolución Legalista le siguieron entre otros: el general Laureano Carballo y sus hermanos (Jesús María y Ramón), los Luque (José Rafael y Roseliano), el catire Rosales y el negro Tovar. Todos oficiales de sobrada valentía y renombre. Pero además de ellos, deslumbrados por los deseos de aventuras guerreras, una pléyade de jóvenes sancasimireños se fueron tras el general Guerra entre ellos podemos mencionar a su hijo Pedro Manuel Guerra, Miguel Zamora Bolívar, Ezequiel Esteves, Gil Fonseca, Mariano Carrera y los hermanos Carreño.

Otro dato importante que nos señala Lucas Guillermo Castillo en su biografía del general es lo ocurrido durante la Legalista en la ciudad de Calabozo. Cuenta nuestro cronista que el general y sus hombres tomaron la ciudad en un combate de apenas cuarenta minutos. Una vez se apoderó de la plaza le avisó al general Crespo que se encontraba a  “dos jornadas” para reunirse y hacerle entrega del mando. El encuentro entre los dos caudillos ocurrió en la entrada de la ciudad fue allí donde Crespo le nombra segundo al mando y jefe del estado mayor, conservando además el mando de sus tropas. Pero el hecho más significativo de su estadía en Calabozo fue el ocurrido cuando notó que uno de sus oficiales de apellido Gondelles (sancasimireño) lucía un impecablemente confeccionado uniforme “con sus adornos y alamares”. Ramón Guerra interrogó a Gondelles sobre el origen del uniforme y éste le indicó que había sido confeccionado por una señora calaboceña de apellido García que se caracterizaba por la rapidez al elaborar las prendas. Fue de esta manera como el ilustre general decidió mandarse a hacer un nuevo uniforme y acudió a casa de la señalada costurera. Destaca Castillo Lara que la familia García era muy apreciada en Calabozo; por cuestiones del destino la señora de la casa no pudo atender al general y la encargada de tomar las medidas para el uniforme fue la hija de ésta llamada Rita quien había enviudado recientemente y tenía dos pequeñas hijas. La viuda le atendió a pesar del cerrado luto y aislamiento que se solía guardar por aquella época, quedando el sancasimireño totalmente enamorado de aquella llanera, tanto así, que esa misma noche acudió a su ventana para confesarle su amor. Refiere el historiador Castillo que hubo petición de mano y los favores de monseñor Sendrea, obispo de Calabozo y amigo de Guerra, quien abogó en favor del enamorado. El general fue aceptado como prometido de la viuda y se fijó la boda para después de culminada la contienda bélica, tal como ocurrió. 

Los avatares de la guerra no impidieron que el general se mantuviera en comunicación con su futura esposa, vía telégrafo y mediante largas cartas, Completamente enamorado de su prometida le había ofrecido casarse cuando llegara triunfante a la capital y así ocurrió. Mandó a buscar expresamente a su novia y toda la familia, pero como debía partir a la campaña de occidente con el fin de sofocar los últimos reductos del antiguo régimen, otorgó un poder al general Crespo para que el mismo le representase en el acto matrimonial, hecho que ocurrió así en diciembre de 1892. El presidente de la republica les da como regalo de bodas una vivienda ubicada entre las esquinas de Colón a Dr. Díaz en la capital de la República. A fines de aquel año, ya pacificado el territorio, nuestro general se toma unas vacaciones en San Casimiro con su nueva esposa, una pequeña luna de  miel.  Hecho que también aprovecha para terminar de ordenar sus cosas en el pueblo, según refiere el historiador Castillo Lara ya había partido con sus hijos los bienes producto de su primera comunidad conyugal los cuales ascendía a doscientos mil bolívares. Para aquel entonces su familia poseía varias propiedades en el pueblo donde eran respetados y admirados.

 Regresando al éxito de la Revolución legalista, tenemos que el día 6 de octubre de 1892 entró la vanguardia rebelde a la capital encargándose de aplacar la situación y garantizando las condiciones para que el día siguiente llegara el general Joaquín Crespo triunfante a hacerse cargo del poder de manera provisional. Aquel 7 de octubre, 33 años después de su reclutamiento forzoso,  Ramón Guerra fue ascendido al grado de general en jefe y pasa a ser figura de especial relevancia en el gobierno del general Crespo ocupando un puesto como miembro del Consejo Militar en abril de  1893 pasando a ser  ministro de Guerra y Marina durante dos ocasiones (en junio del año 1893 y entre 1894 y 1896); además de  diputado principal por el Gran Estado Miranda entre1893 y1898)


Gral. Joaquín Crespo


             El "Mocho" Hernández

 

Los textos consultados coinciden que el gobierno de Crespo se caracterizó por un respeto considerable por las libertades de los ciudadanos, especialmente las concernientes a la prensa libre y la   asociación en partidos políticos. La más sobresaliente de estas organizaciones era el Partido Liberal Nacionalista, organizado por Alejandro Urbaneja y que decidió apoyar la candidatura del popular José Manuel Hernández, conocido como “el mocho”. El Mocho Hernández había estado de visita en Nueva York y allí pudo observar las campañas electorales del coloso del norte y decidió poner en práctica ese estilo de proselitismo político en Venezuela. Durante el año 1897 y al más puro estilo gringo el candidato recorre gran parte del país realizando discursos como los observados en Nueva York incluyendo otras innovaciones de mercadeo electoral como los llamado pines y publicaciones de prensa. En vista de la inusitada popularidad obtenida por el candidato opositor, se observaba un claro triunfo contra el candidato del gobierno Ignacio Andrade que había sido el ungido por Crespo como su sucesor. Muchos, entre ellos Lucas Castillo Lara, se preguntan el por qué Crespo no escogió a Guerra para sucederle y tal vez la respuesta será que el escogido resultaba más dócil para las intenciones del presidente saliente de continuar en el mando a través de otros. Andrade no era bien visto por muchos de los adláteres del liberalismo que le acusaban de ser colombiano e hijo de un “Godo” que luchó en el bando conservador durante la guerra federal. En vista del claro triunfo del Mocho Hernández en las elecciones  de 1897, el presidente Crespo ordenó la ocupación de todos los centros electorales el 1 de septiembre, día de la votación, e impuso al candidato de gobierno Ignacio Andrade. Este hecho es calificado como uno de los más grandes fraudes en la historia venezolana. El impuesto presidente toma posesión  el 20 de febrero de 1898 y en marzo, el Gral. José Manuel “Mocho” Hernández, toma las armas en Queipa.

 

(Contunúa)






lunes, 1 de agosto de 2022

 

              En ocasión de cumplirse este 3 de agosto de 2022 el primer centenario de la muerte del General en Jefe Ramón Guerra, publicamos esta serie de humildes trabajos sobre la vida de este destacado militar sancasimireño un tanto olvidado a nivel municipal. Todo esto con el fin de dar a conocer a las nuevas generaciones la historia de un prominente sancasimireño.



EL GENERAL RAMON GUERRA

Tiempos de triunfos y traiciones

 

“Es fácil esquivar la lanza, mas no el puñal oculto”

Proverbio chino

 

Para concluir el mandato  el Congreso eligió como presidente a José Gregorio Varela y a Gregorio Cedeño como su vicepresidente. El nuevo presidente  continuó con las políticas en contra de Guzmán, e incluso se derribaron las estatuas del ex presidente lo que trajo como consecuencia el descontento total en el seno del partido liberal. Como era de esperarse en la Venezuela del siglo XIX la situación termina en alzamiento: el vicepresidente Cedeño, alineado con el guzmancismo y con el apoyo del general Joaquín Crespo, se alzó en contra del gobierno liderando la Revolución Reivindicadora donde nuestro general Ramón Guerra tendrá protagonismo.

Vuelve de nuevo a la guerra, arma un ejército de más de seiscientos hombres, casi todos sancasimireños, y parte al combate. Se dirige a los valles de Aragua a través de la montaña y tiene su primer combate en el sitio de Guacamaya cuando su batallón es interceptado por las fuerzas enemigas compuesta por más de un millar de hombres, tras un encarnizado combate las fuerzas de Guerra derrotan a quienes les emboscaron y los hacen replegarse a La Victoria donde se encuentran sitiadas la fuerzas gubernamentales al mando del Presidente   general José Gregorio Valera. Se une a las tropas revolucionarias de Aragua y Carabobo que se dirigían a la toma de La Victoria y emplaza con sus tropas en unos cerros cercanos conocidos como “El Cují” y “El zamuro”  recibiendo en corto tiempo, el 29 de enero,  la orden de unirse a las tropas del general Fermín Udis y marchar hacia El Consejo donde detienen sin ningún problema a las fuerzas del general Abdón Otazo  que con 400 hombres marchaba desde Caracas para socorrer a los sitiados.

Como expresamos anteriormente en La Victoria se encontraba concentrado el ejército antiguzmancista con el propio presidente encargado a la cabeza. Habían tenido el chance de fortificar la ciudad y de colocar piezas de artillería en lugares estratégicos. El día 26 de enero los sitiados comenzaron a disparar cañonazos contra las fuerzas del revolución reivindicadora que rodeaba a la ciudad la cual respondió la mañana siguiente con otra carga de artillería. Estas cargas, siempre de cañón se fueron sucediendo y luego interrumpiéndose para conversaciones entre ambos bandos: primero entre el vicepresidente Cedeño y dos comisionados llegados de Caracas (Modesto Urbaneja y Luciano Arocha) las mismas fracasaron. Continuaron los disparos de artillería de parte y parte desde esa misma tarde suspendido por nuevas negociaciones que tampoco llegaron a nada. 

Dos hechos fueron determinantes, a nuestro modo de ver, para el triunfo del bando revolucionario: el primero el que ya citamos del 29 de  enero cuando los generales Guerra y Udis triunfaron en El Consejo y el segundo la llegada del general Crespo con sus tropas provenientes del Guárico por el camino de Villa de Cura. Las tropas de Valera resistieron el acoso por pocos días hasta que el 6 de febrero en la mañana, a sabiendas de que está perdido, el presidente encargado se reúne con el vicepresidente Cedeño en las inmediaciones del puente de La Victoria acordando allí un capitulación honrosa donde los vencedores se comprometían a respetar la vida y propiedades de los derrotados. Aquella tarde la triunfante revolución reivindicadora tomó la ciudad de La Victoria luego de los días precedentes que dejaron un saldo de más de dos mil muertos y heridos. Este hecho del que fue protagonista importante el general Ramón Guerra dejó libre el camino de Caracas a los revolucionarios que entraron victoriosos en la capital, Guerra entre ellos, el 13 de febrero de aquel 1879 sellándose así  el regreso al poder de Guzmán Blanco.

La participación de Guerra en la Revolución Reivindicadora fue crucial y de suma importancia, su fama de guerrero y estratega militar se amplificó de tal manera que el mismo general Guzmán, ya en el poder, desea mantenerlo en el servicio militar y retenerlo en Caracas. Pero nuestro protagonista decide volver a San Casimiro, otra vez a la tierra y a sus negocios.  Construye a orillas de la quebrada de Guiripa (Hoy Calle Miranda) un moderno ingenio para beneficiar el café; el agua necesaria para mover la maquinaria era transportada por una acequia desde las inmediaciones de Dos Quebradas bordeando las faldas del cerro la Cumaca hasta cruzar la calle sobre dos pilares de ladrillo que aún se conservan al igual que la vieja casa del ingenio rodeada de múltiples arboles de mango. 

Pero no iba a durar mucho el descanso del guerrero pues, en un siglo XIX tan convulso como el venezolano, no se duraba mucho tiempo en paz, sabia es la frase atribuida a Guzmán: “Venezuela parece un cuero seco, que si se pisa por una punta se levanta por otra”. Un año después del triunfo de la Reivindicadora surgen alzamientos militares en Ciudad Bolívar y los Valles del Tuy están convertidos en un hervidero de guerrillas. Fue enviado, entonces,  a pacificar las rebeliones ocurridas en la vecina región. Forma una fuerza compuesta por sancasimireños que acudían gustosos al llamado del afamado caudillo y parte a cumplir con la tarea asignada; cosa que logró sin mucho esfuerzo gracias a su ascendencia y prestigio militar.

Regresa de nuevo al hogar y a sus negocios cada día más prósperos. Goza del respeto y la admiración de sus coterráneos por sus características personales que ya hemos expuesto con anterioridad. Pero las envidias y las intrigas palaciegas y cortesanas no tardan en hacer llegar a los oídos del poderoso Guzmán Blanco gran cantidad de informaciones fútiles contra el general Guerra acusándolo de estar vinculado en un alzamiento en contra del presidente, cosa que nunca ha sido confirmado por la historia. Cabe destacar que, según relatan sus biógrafos, aunque Guerra nunca fue muy afecto de las ideas liberales era un hombre de una sola palabra y es poco probable que haya faltado a su compromiso con el general Guzmán. Abandona San Casimiro y se refugia en Cúa con toda su familia bajo las garantías y protección del general Juan Quevedo, presidente del Estado Miranda. Al poco tiempo es nombrado jefe civil de la población vecina por el mismo general Quevedo que continúa protegiéndole de la animadversión de los cercanos a Guzmán.

Estando en Cúa, en el año 1882, se planifica una nueva rebelión cuyo jefe reconocido era el General Eleazar Urdaneta quien en una acción militar realizada en el puerto de Higuerote se apoderó de 3 embarcaciones y distribuyó una proclama dirigida a los venezolanos llamándolos a incorporarse a la lucha revolucionaria en contra de Guzmán. Un grupo de personas que se encontraba comprometido con el alzamiento de Urdaneta acude a Guerra y le propone unirse al movimiento insurreccional, pero el general sancasimireño se niega a hacerlo debido a la palabra que le había dado a quienes le brindaron protección en Cúa, a pesar de esto promete a los conjurados no delatar sus intenciones de alzarse contra Guzmán y les garantiza que no será hostil con ellos y se mantendrá neutral.

Una vez comenzado el nuevo alzamiento contra Guzmán, el general Guerra, con un grupo de hombres se dirige al encuentro del general Quevedo y le entrega las armas, reafirmando su decisión de no participar en la nueva contienda a pesar de la insistencia de éste para que se uniera a las fuerzas del gobierno. Adicionalmente le dirige una carta al presidente Guzmán Blanco manifestándole su deseo de no continuar en el servicio militar ni en la contienda política. Aspirando únicamente a ser tratado como un hombre de bien con garantías para llevar a cabo su honrado trabajo. La revolución fracasa a los pocos días y nuestro general regresa al terruño sancasimireño a dedicarse a sus haciendas y negocios en gran parte abandonados por su estadía en la vecina tierra cueña.



Antonio Guzmán Blanco


A principios de junio de 1882, específicamente el día 3, su amigo el general Quevedo le escribe una correspondencia firmada en Cúa donde le citaba a acudir a dicha población para comunicarle asuntos de suma importancia. Guerra, que tenía absoluta confianza en la amistad del general, acude al encuentro con el colega de armas y él mismo le convence de acudir juntos a Caracas a entrevistarse con el presidente Guzmán para aclarar todo lo sucedido y evitar malos entendidos a futuro. El general Ramón Guerra accedió a partir a la capital de la república en compañía del amigo que, apenas pisar suelo caraqueño, ordenó personalmente el arresto del guerrero sancasimireño, prestándose de esta forma para los deseos del llamado Ilustre americano. Comenzaría entonces el periplo de 8 meses de prisión en Caracas antes de ser llevado a un Consejo de Guerra. Era muy difícil que el general Guzmán perdonase a sus adversarios y con Ramón Guerra no iba a ser la excepción.

Durante el Consejo de Guerra realizado al caudillo sancasimireño se le acusa de haber solicitado a Guzmán el mando de unas fuerzas para luego pasarse a los conspiradores, cosa que la historia ha demostrado que no era cierta. Era acusado de traición, un delito que se pagaba con la muerte para la legislación de la época.  El historiador Lucas Castillo  Lara destaca que el abogado defensor, Dr. Elías Michelena, logró demostrar fehacientemente  la falsedad de las acusaciones, no obstante fue condenado a 4 años de prisión en el castillo San Carlos ubicado en la península del mismo nombre en el estado Zulia. Reseña Lucas Guillermo Castillo que le fueron colocados unos pesados grillos y trasladado hasta su prisión en una goleta desde la Guaira. En el Zulia ya tenía destinado un calabozo denominado “El Polvorín”, donde pasó sus cuatro años de condena totalmente incomunicado si poder hablar ni con quien le llevaba la comida.

(Continúa)






domingo, 31 de julio de 2022

 

          En ocasión de cumplirse este 3 de agosto de 2022 el primer centenario de la muerte del General en Jefe Ramón Guerra,  publicamos esta serie de humildes trabajos sobre la vida de este destacado militar sancasimireño un tanto olvidado a nivel municipal. Todo esto con el fin de dar a conocer a las nuevas generaciones la historia de un prominente sancasimireño.


EL GENERAL RAMON GUERRA


 “San Casimiro era conocido

como el pueblo de los generales”

Eleazar Casado

 

 

Ramón del Rosario Guerra Bonilla Nació en San Casimiro de Guiripa el 5 de octubre de 1841, según afirman varios textos consultados. Aunque el historiador Lucas Guillermo Castillo Lara afirma que nació  en abril de 1843 aunque hace la salvedad  que en conversación con uno de sus hijos éste le había hecho referencia a que había visto la partida de nacimiento del general y la misma databa de 1841. En lo que sí coinciden todas las referencias consultadas es que  Ramón Guerra era hijo de José Aquilino del Carmen Guerra Osorio y María Buenaventura Bonilla Probablemente descendientes de los fundadores del pueblo con el mismo apellido. Tuvo 14 hijos: Mercedes Evarista, María Teresa de Lourdes, José Rafael del Carmen, Trina María Ramona, Ramón Felipe, el General Pedro Manuel, Juan Ramón, Emilia Catalina, Ramón Emilio, Trinidad, Augusto Idelfonso, Rafael Teodosio de Jesús, Teodoro y Ana Dolores Guerra García.

Nos relata Lucas Castillo Lara que probablemente el niño Ramón haya frecuentado la escuelita del padre Zamora Milano y recibido ilustración del maestro Narciso Bello mostrando gran vocación hacia las matemáticas y a la formación autodidacta a través de variadas lecturas. Desde que era prácticamente un niño entra a ocuparse en el negocio del señor Rodríguez donde se desempeñaba tanto en el mostrador atendiendo a los clientes así como muchacho de mandado. Cuando tiene dieciséis años, en 1859, comenzaba la cruenta guerra federal y el futuro general es arrastrado por el huracán de la conflagración. Sobre el reclutamiento del joven Ramón Guerra también existen varias versiones: una nos narra que el adolescente fue forzado a entrar en el conflicto armado por retaliación al actuar en defensa de un amigo y otras cuentan que fue interceptado y reclutado forzosamente por una patrulla de soldados cuándo transportaba un dinero de su patrón a las afueras de San Casimiro. Lo cierto es que fue llevado al batallón Victoria en la Ciudad del mismo nombre, bajo las órdenes del comandante Miguel A. Pérez. Muy pronto se comenzó a destacar por sus dotes de mando siendo ascendido a Sargento primero. Acompañó al comandante Pérez a Caracas y participó por el bando conservador en todos los combates de la Guerra Federal en Aragua entre los años 1859 y 1863. Posteriormente es ascendido a teniente y sirve como oficial de la caballería de la Guardia de Honor del general José Antonio Páez

Una vez concluida la guerra Federal con la derrota de los conservadores.  Regresa a San Casimiro donde se desempeña por cierto tiempo como tenedor de libros en la hacienda y casa comercial del señor Francisco Rodríguez responsabilidad que abandona para dedicarse en poco tiempo a sus propios negocios dentro del comercio y la agricultura gracias a su bien ganada fama de hombre responsable y honesto. Pero ya su destino como guerrero estaba marcado y al estallar la llamada revolución azul, en el año 1868, parte presuroso a enrolarse en las filas bajo las órdenes de los generales, Desiderio Escobar, Wenceslao Casado y Rufo Rojas. Una vez triunfante el movimiento revolucionario que derrocó al presidente Falcón, con la llegada del general Monagas a Caracas, Ramón Guerra vuelve a su tierra ascendido a comandante y, con su fama de guerrero cada vez en mayor progreso, continúa sus labores agrícolas y comerciales con marcado éxito y reconocimiento.   

El 10 de agosto de 1869 contrajo matrimonio con Emilia García Iriarte, proveniente de una familia con casa y hacienda en Güiripa. Con ella constituyó su hogar y, como sus negocios iban prosperando, adquirió una casa en la calle principal de San Casimiro, para la época conocida como la calle  de la Entrada (Hoy calle Miranda). A poco tiempo de estar casado atiende de nuevo el llamado de las armas y marcha a luchar en contra de Guzmán Blanco quien había emprendido un alzamiento conocido históricamente como la Revolución de abril. Es ascendido a coronel, pero no tiene éxito en esta contienda, una serie de derrotas militares en combates escenificados en San Casimiro y en la fila del Negro, entre otros, lo conducen a entregar su espada en señal de rendición a quien luego sería su gran amigo el general Joaquín Crespo, nacido en la cercana población de San Francisco de Cara, justo donde hoy se encuentra la represa de Camatagua.  Aquel día de 1871 comenzó la amistad entre los dos guerreros de pueblos vecinos, afecto que duró hasta la muerte de Crespo.


Ramón Guerra regresa a San Casimiro a dedicarse a sus negocios cafetaleros, específicamente con la casa Blohm; cada día aumenta más su fortuna personal y el reconocimiento y afecto de sus coterráneos, incluso los más jóvenes le admiran y ven en él un ejemplo y un héroe a seguir. Recordemos que es época de bonanza cafetera y el café de San Casimiro es uno de los más afamados y reconocidos nacional e internacionalmente.   El entonces Coronel forma parte junto a otros ilustres sancasimireños de la junta promotora para la construcción del nuevo templo, un monumento digno del progreso que comenzaba a notarse en el poblado. Incluso es quien dona el órgano para la nueva iglesia y las puertas de la misma. Cabe destacar que, según cita el historiador Castillo Lara, Ramón Guerra también prestó servicios civiles dentro de la administración pública tales como Inspector de caminos del Tuy. Hecho que, en opinión de nuestro insigne historiador, fue significativo para la construcción del primer trazado carretero entre Cúa y San Casimiro.

Durante el año 1872 la vida política y militar de Ramón Guerra gira 180 grados al dejar las banderas conservadoras y pasar al bando liberal impulsado y protegido por el general Crespo quien se convirtió en su mentor y guía. El recientemente fallecido historiador y cronista Oldman Botello cita una carta fechada en Parapara el 21 de marzo de 1872 donde Crespo escribe a Guzmán: “Ramón Guerra se me presentó y ha tomado servicio en el ejército”.

Ya para los comienzos del año 1877 Guzmán Blanco toma la decisión de no aspirar a ser presidente en las elecciones que se aproximaban apoyando la candidatura de Francisco Linares Alcántara para el periodo de dos años que contemplaba la constitución. El Congreso de la república, ampliamente dominado por el llamado “Ilustre Americano” procedió sin inconvenientes a elegir a Linares mientras que  el caudillo, muy amante de la vida parisina, tomaba un barco hacia Francia como ministro plenipotenciario.

Pero el presidente Linares Alcántara no estaba dispuesto a ser solo un seguidor de Guzmán y se alejó de los más cercanos al ex presidente, propiciando manifestaciones en contra de él, sobre todo en Caracas y Valencia se realizaron demostraciones en contra de Guzmán Blanco  impulsadas por varios periódicos de la época especialmente uno llamado “La Tribuna Liberal” que se oponía fervientemente al caudillo y a su vez aupaba  ideas a favor del presidente Linares Alcántara. Pero por los avatares del destino, el presidente Linares no pudo gobernar por mucho tiempo y murió repentinamente en el mes de  noviembre de 1878.


                                                                                                                                     (Continúa)








lunes, 25 de julio de 2022

 

El pavo de Vicentico y los cieguitos de Cúa

 

 

En diferentes espacios, sobre todo en el programa radial, hemos conversado  sobre la causa de distintos dichos o refranes que han pasado de generación en generación y los usamos, dándole el significado adecuado, pero no conocemos su origen casi siempre proveniente de un hecho histórico o  muy jocoso. Hoy nos vamos a concentrar en dos expresiones netamente sancasimireñas que han trascendido a través del tiempo y aún están en el uso de la jerga popular. Por acá las dejamos para que las nuevas generaciones de sancasimireños las usen y no se pierdan de nuestro acervo.




Se cuenta que el popular Vicente Pérez tenía un pavo en el corral de su casa del final de la calle Sucre. Este animal no era un pavo cualquiera, pues se distinguía de los demás por tener una personalidad libidinosa con la particularidad de no poder ver a una mujer porque empezaba a cortejarla. Apenas una bella señorita se asomaba por esos predios, el animal comenzaba a dar vueltas en círculos, emitir sonidos y abrir su cola como si se tratase de un pavo real de la India. No sabemos cuál fue el destino del afamado pavo enamorado. Tal vez terminó en un banquete decembrino o sirvió de alimento al entonces niño Luis Vicente Pérez (Cohetón), lo realmente cierto es que la creatividad popular de San Casimiro comenzó a llamar a todo hombre mujeriego y picaflor “más enamorado que el pavo de Vicentico”




            A nuestro pueblo venía con regularidad una pareja de invidentes procedentes de la vecina población de Cúa. Se dedicaban a recorrer las calles solicitando cualquier ayuda monetaria que la gente tuviese a bien otorgarles para luego marcharse de regreso a su población de origen. No existía calle, casa o negocio que la pareja de ciegos no visitara en su diligente recorrido. Es un uso frecuente de los sancasimireños de esa época decir con cierto aire de reclamo a quienes viven pidiendo insistente y constantemente: “Pides más que los cieguitos de Cúa”

 



 

martes, 5 de julio de 2022

 

El Encanto de los Chorros de Cura

 

“Mauricio soy tu poeta lo digo con mucho agrado

 quiero resaltar tu historia más de lo que se ha hablado

y que tu leyenda sea una de las más contadas

 y sea una obligación que en la cultura quedara

 para siempre como un hecho que por aquí se suscitara

 de un hombre que se encantó sin que el mismo lo pensara

 que un amor lo llevaría como agua en tapara

 y se quedara por siempre en la montaña encantada”

 

Francisco Cádiz

 


 

Los Chorros de Cura es la segunda caída de agua más grande de nuestro país y la onceava del mundo. Es uno de los parajes turísticos más hermosos de nuestro municipio San Casimiro. Pero este paradisíaco y enigmático lugar esconde una ancestral leyenda. Se trata del encanto de Mauricio. El Legendario Mauricio es el dueño y señor de la zona, gobierna sobre el agua y los animales: protege la flora y los frutos. Quien se adentra en el espeso y virginal bosque que circunda a los Chorros de Cura debe hacerlo en total comunión con la naturaleza y todo aquel que ose irrespetar sus dominios es víctima de su reprimenda de distintas formas.
    Se dice que Mauricio fue un joven que vivía en Ocumare del Tuy que se caracterizaba por su elegancia y un profundo amor a la naturaleza. Un día nuestro personaje encontró su misión al ser encantado por una hermosísima mujer que lo llevó hasta el fondo de un pozo donde tiene su reino misterioso. Allí la enigmática hembra le encomendó la misión de regresar al mundo de los humanos para  ser la deidad protectora de la flora y la fauna. Regresó a la vida terrenal y como indica el cronista Juan de Dios Sánchez:
  Tomó del pueblo su alegría y su música; adquirió de los dioses su poder y su simple sentido de la justicia”, y más adelante nos indica que “su sombra tutelar capaz de hacer llover sobre los campos en llamas o de llevar paz a un animal herido o de castigar a los que depredan las riquezas del suelo”.
    Es el encanto más nombrado en toda la zona que conforman las montañas fronterizas entre Miranda y Aragua y es digno de respeto de los campesinos que la habitan. Mauricio, como todo ser mágico, está en todas partes, para los habitantes de Ocumare vive en la cueva que lleva su nombre y para los campesinos de Los Manires y Buena Vista; así como de las montañas de Agua Amarilla y Golfo Triste habita todos esos dominios. Siendo poseedor de un castillo mágico cerca de una laguna.
Los habitantes de Los Manires cuentan que cuando Mauricio se molesta por alguna razón hace crecer el río Cura y arrasa con todo lo que tenga a su paso. Una vez se ha calmado su ira vuelve a su refugio en la montaña; dejando, en su regreso, múltiples huellas en la tierra blanda que dejó el río tras la creciente.

EL CASTILLO DE MAURICIO



    No todos los seres humanos pueden entrar en el mundo mágico donde habita el maravilloso encanto de Mauricio. Son muy pocos los que han tenido ese privilegio pues se tiene que ser poseedor de ciertos dones y valores especiales que no todo mortal suele tener. El infranqueable castillo y  refugio de Mauricio, solo puede ser avistado, en primer lugar, por quien no lo ande buscando y no esté interesado en encontrarlo. Pues el propio encanto es el que escoge quien es merecedor de ese honor. Debe ser una persona desinteresada y humilde, pura de corazón y limpia de cualquier sentimiento de maldad o ambición.
           Como indicamos con anterioridad: Mauricio es la deidad encargada de proteger a la fauna, la flora y la naturaleza. Por tal razón pueden ver y entrar a sus dominios solo los que aman de corazón el entorno natural que les rodea y viven en perfecta comunión con el agua, los animales y las plantas.
    Muchos campesinos de la zona afirman que sus abuelos lograron divisar el castillo y otros aseguran que sus antepasados estuvieron allí y les describieron la mágica aventura. Todos coinciden que se trata de un encantador lugar situado en medio de un lago cristalino detrás de la montaña y solo se puede acceder a él por medio de una canoa. En todos esos campos se cuenta que los privilegiados que han logrado entrar al castillo de Mauricio han salido de allí convertidos en mejores personas, ricos en conocimientos, así como todas sus metas y aspiraciones han sido cumplidas.

LA LEYENDA DE CARMEN



    Cerca de los Chorros de Cura está situada una hacienda que, en época de la bonanza cafetera,  era una de las más productivas de la zona. Se trataba de un lugar con grandes cultivos de café debajo de grandes bucares y matas de cambur. Era  un lugar de bellezas exuberantes.
    Como era costumbre todos los años, en la época de cosecha, llegaban jornaleros de otros campos cercanos para trabajar en la recolección del fruto de café.  Cuenta la vieja leyenda que un año llegó un jornalero que se distinguía de los demás, era de muy buenos modales, de cabello castaño y grandes ojos azules, nadie sabía nada de él puesto que era callado y no se comunicaba o compartía con nadie. Incluso se preparaba su propia comida y, misteriosamente, en los momentos de descanso desaparecía sin dejar rastro.
            Hasta que llegó la joven hija del dueño de la hacienda y quedó encantada por el nuevo y enigmático jornalero, cruzó varias veces palabra con él quien la envolvió en su misteriosa personalidad tan distinta a la de los demás peones.
            Refieren  los viejos, que una mañana llegó a los oídos del padre el embeleso que la hija tenía con el jornalero de ojos azules.  Y estuvo dispuesto a acabar con la relación que recién comenzaba. Pero ya la joven había sido envuelta para siempre en la magia de aquel ser venido de otros mundos.
            El padre salió en búsqueda de la hija y unos obreros le dijeron que la habían visto caminar rumbo a la cascada en compañía de una de las niñas de la cocinera. Cuando el celoso padre llegó a la cascada pudo observar a la pequeña jugando. Preocupado le preguntó con quién jugaba y donde estaba su hija Carmen.  Fue entonces cuando la niña le respondió que Carmen se había ido monte adentro con un señor de ojos azules llamado Mauricio y ella estaba jugando con muchos niños que al escucharlo se asustaron y regresaron al agua.
            Cuenta la leyenda que Carmen se marchó para siempre con Mauricio y en su honor uno de los chorros de Cura  lleva su nombre.




Agradecimiento: A la profesora Luisana Piñero, la señora Lila Espinoza y todos los habitantes de Los Manires y Buena Vista por su colaboración para la elaboración de esta crónica dedicada a las maravillosas leyendas que habitan en los Chorros de Cura.




sábado, 23 de abril de 2022

 

Algunas esquinas de San Casimiro 

 

                "En América Latina,

lo maravilloso se encuentra en vuelta 

de cada esquina… “

 

Alejo Carpentier

 

Cada Pueblo o ciudad tiene esquinas sobresalientes y tradicionales. Las cuales adquieren su nombre por un célebre habitante, por un establecimiento comercial, un acontecimiento histórico o monumento natural que le identifique con los años. 

En nuestro país esta costumbre se ha enraizado tanto que, por ejemplo, la ciudad de Caracas es la única dónde las direcciones se dan por esquinas. Fue el Obispo Diego Antonio Díez Madroreño quien decide bautizar las calles y esquinas de Caracas  con nombres exclusivamente católicos no obstante en la Parroquia la Candelaria los nombres de las esquinas no se correspondían con el santoral sino con orígenes más populares. Con el tiempo toda Caracas adquirió la costumbre de mezclar tanto nombres católicos como nombres provenientes de la tradición, bien sea por sus habitantes famosos, leyendas u otros acontecimientos. Hoy, empeñados en conservar nuestra historia, estaremos hablando de esas esquinas de San Casimiro que  con el tiempo han dejado huellas y anécdotas que merecen ser contadas.

En el cruce entre las calles Miraflores y Delicias está la tradicional esquina de Miraflores. Allí estuvo por mucho tiempo la pulpería de Martín Corrales  y luego le siguieron Ramón Marrero, Ricardo Seijas, Pancho Hurtado y Alcides Valero; cuenta Zoraida, la hija menor de Don Alcides, que recuerda con mucha nostalgia cuando llevaba el almuerzo a su padre en una vianda hasta la bodega. Más recientemente estuvieron en esa esquina El popular Canilla, allí se formó una peña de asiduos visitantes y conversadores conformada por Antonio Pacheco, los hermanos Marín y “Pescuezo” Torrealba, entre otros. Luego estuvo  un profesor que apodaban el poeta y en épocas más recientes el no menos popular  Alí “Maquinita” Castro.

Esquina de Miraflores


La esquina donde hoy está el Banco de Venezuela fue Por mucho tiempo la del Placer del Bachaco. La recordamos como el Bar de René Alvis, pero mucho antes existió una historia bastante larga de ese icónico lugar sancasimireño. Nos indica Lucas Guillermo Castillo Lara que allí se encontraba un corredor extenso donde se encontraban los negocios de Pascual Mileo, que más tarde fue de uno de los Visconti y al lado el de Don Antonio Torrealba que, por supuesto, era el sitio de tertulias literarias, recitales poéticos y hasta mesa de redacción del periódico sancasimireño “La Voz de Aragua”. El otro extremo del corredor era más comercial y pueblerino inicialmente estuvo Marcelino Armas y luego el botiquín de Luis Colmenares a quien, debido a su origen andino, todos lo llamaban “El Gocho”. Cabe destacar que allí fue el primer establecimiento de nuestro pueblo que vendía cerveza fría, conservadas en hielo que, a su vez, era protegido en conchas de café para evitar que se descongelara.

Esquina de El Bachaco


Esquina de El Bachaco (Izq) La Perseverancia (Derecha)

 Justo al frente de esta esquina, con la calle del Mercado (Hoy García de Sena) en medio estaba, y aún está, La esquina de La Perseverancia. Desde allí se ha visto el transcurrir del Pueblo desde tiempos muy antiguos. Don Rafael Vargas la fundó en 1912 y estuvo allí hasta su muerte acompañado de Lola Hidalgo, Misia Rosalía y su fallecido hijo Rafael Humberto. Más reciente la recordamos con el señor Ernesto Vargas y su esposa Amandita y últimamente el popular Demoledor con su ferretería. Pero antes de Don Rafael Vargas estuvo allí un establecimiento comercial denominado “Las dos velitas” y luego otro conocido como “La Llanera” de Santiago Melchor Álvarez.

Iniciando la calle Bolívar está la parroquial, otra tradicional esquina sancasimireña que también ha sido testigo de los dos siglos de historia del pueblo. En sus primeros años  estuvo por allí un cementerio y más adelante una casa que pasó por diferentes dueños; la pensión de Mariano Carrera, la tienda de Don Lope Medina, una farmacia llamada Santa Cruz y un botiquín propiedad de Narciso Crespo que dio paso, tiempo después, a la casa parroquial en época de los padres claretianos. Allí estuvo un muro y una acera alta donde los jóvenes de finales de los sesenta y los setenta del siglo veinte se reunían a cambiar el mundo en inagotables tertulias hasta altas horas de la noche. Dos asiduos contertulios de aquella época rememoraron sus anécdotas en nuestra página de Facebook.  Carlos Ramón Álvarez El popular “Buche de perico” nos afirmó que, justamente, recuerda las tertulias en las noches y que luego fue demolida para hacer una especie de rampa. Y José Domingo Hernández recuerda que Rafailo Pérez, otro travieso personaje sancasimireño, les mandaba a las personas que preguntaban alguna dirección con la intención de hacerles pasar un mal rato.

La Esquina de La Parroquial con su tradicional acera alta


El nombre de la calle Sucre es relativamente reciente. Primeramente  se llamó Calle Barrialito. Así era denominada toda esa zona que va desde la calle Bolívar hasta la Sucre y que hoy comprende las calles Mario Briceño Iragorry y Luis Roberto Casado. Probablemente se deba ese nombre a la gran cantidad de riachuelos y manantiales u ojos de agua que predominaban en esa zona desprovista de casas por aquellos tiempos. La esquina más popular de la Calle Sucre  era la conocida como esquina del Almendrón. Justo donde hoy converge la calle en mención con la Monseñor Arias Blanco. Allí, donde hoy está el Francisco Iznardy estuvo, entre otras casas, la vivienda de Don Gil Fonseca quien era músico y compositor, maestro de capilla y además  juez del entonces Distrito San Casimiro. En esa esquina vivían: Don Marcos Gutiérrez fiel devoto de la Dolorosa, devoción que le transmitió a sus descendientes. También estaba la casa de los Marrero  y Al otro extremo la casa de los Luque.

Nos refiere Carlos Buche de perico Álvarez a través de nuestra página de Facebook:  que la esquina del almendrón “es la misma de Rafael Gutiérrez el creador del famoso  tuqui-tuqui y recuerda que allí, al salir de la escuela,  se efectuaban las citas para saldar cuentas a puño limpio, hasta que llegaba él policía escolar Pedro Boullón a imponer su ley”. De igual manera nos expresa que Muchas carreras de bicicletas terminaban allí y entré los primeros siempre eran, Falo, Tribilin y Medardo Verá  junto a Panchote. Después fue la era de Hernán Calles.

Esquina de El Almendrón

Esquina de El Almendrón

Justo al finalizar la calle Barrialito o Sucre, donde se cruza con la Vesubio, está la emblemática esquina de Vicentico. Allí lucha contra el tiempo la vieja casa que fue anteriormente el restaurant de Vicente Pérez,  en aquel criollo negocio estaba Delia Medina de cocinera. La mejor carne mechada que ha existido la preparaba Delia en ese restaurante. Vicentico fue uno de los primeros choferes del pueblo y hablar con él era reírse bastante de todas sus anécdotas por esos incipientes caminos. Allí también tuvo don Vicente, como mascota, a su famoso pavo enamorado que marcó época en el pueblo y generó un refrán que aún es usado por los más mayores: "más enamorado que el pavo de Vicentico". Más recientemente, la esquina en cuestión, ha adquirido un nombre distinto por otros usos y costumbres que nada tienen que ver con nuestra idiosincrasia, historia y tradición.

Vicentico Pérez


Comenzando la calle Monagas estaba la esquina de la botica, debido a una farmacia de ancestral tradición que nos remonta al tiempo en que se llamaba Botica San Casimiro y era regentada por su fundador el doctor Vicente De Milita. Luego pasó a ser propiedad de Don Guillermo Schwartz quien la atendía junto a su hijo Pablo, pasando después a ser la Botica Sor Teresita de Don Augusto Vilera.

Nos relata Lucas Guillermo Castillo Lara que siempre había concurrencia y fue lugar de interminables. Como estaba en alto era el sitio privilegiado para observar los pocos acontecimientos del San Casimiro sereno y taciturno de aquella época. Desde sus escalinatas se divisaba la calle de la entrada, al frente la prefectura, el bachaco, una esquina de la plaza y La Perseverancia. Por ende se tenía una visión de primera mano de quién llegaba al pueblo, algún litigio que ameritara de la intervención del orden público, algo fuera de los común en el botiquín y quien hizo alguna compra en la famosa tienda sancasimireña. Nuestro asiduo oyente Gustavo Navarro nos relató que un día fue víctima de una broma del señor Pepe Oliveros que lo mandó a comprar agujas para coser calderos en dicha botica, recibiendo la reprimenda del señor Vilera y la invitación a que el bromista fuese en persona buscar el mandado. El muy inocente Gustavo refiere que luego del incidente pasaba corriendo frente a la farmacia con temor a que el dueño le aplicara otro regaño.

Esquina de La Botica


En Curucuti se encuentra la esquína de Wica. Anteriormente, cuando Curucutí estaba poblado por un puñado de viviendas, el sitio era una especie de pequeña laguna de dónde manaba agua y, según contaba Don Lorenzo Osorio, era utilizada para bañar los cochinos que los primeros habitantes del Barrio tenían para el consumo de sus familias. Precisamente eso impidió que Don Lorenzo construyera en el lugar y se decidió por hacer su vivienda justo al frente. Relata Margot Torrealba que allí se encontraba una pila pública de agua de donde se abastecían los vecinos.Regresando a la actual esquina de Wica, allí tuvo Don Pedro Reina su bodega, la cual pasó a manos de Chicho Tarache y otra vez a las manos de Pedro Reina. Por último montó su negocio el trágicamente fallecido Luis Manuel Pérez Reina, mejor conocido como Wica. De allí el nombre que persiste hasta ahora. 


Esquina de Wica

             

Por último mencionaremos la popular esquina de “Alambrito”. La amiga Candelaria Yepez, habitante de toda la vida de la zona, nos indica que En esa renombrada esquina estuvo desde siempre Don Evencio Hernández con su tradicional botiquín y bodega. Está ubicada justo entre la calle Ricaurte, ancestralmente conocida como El Carretero, y el inicio de la vereda dos de Curucutí.

A través de nuestra página de Facebook el conocido Marco Muñoz Rengifo nos recuerda que Don Evencio vendía Maní en concha durante muchos años y que justo al frente existió una pequeña carnicería de José Hinojosa donde expendían chicharrón, manteca y carne de cochino.

Otro asiduo seguidor de nuestra página el señor Joel Amador, vecino del Carretero, nos cuenta que luego de don Evencio estuvo su hijo el fallecido Simón Hernández hasta que tomó las riendas del negocio el profesor Héctor Hernández, popularmente conocido como Alambrito a lo que se debe el nombre actual de la esquina. Sitio de reunión habitual de muchos sancasimireños cada fin de semana.



Juan CarlosTorrealba