Algunas esquinas de San Casimiro
"En América Latina,
lo maravilloso se encuentra en vuelta
de cada esquina… “
Alejo Carpentier
Cada Pueblo o ciudad tiene esquinas sobresalientes
y tradicionales. Las cuales adquieren su nombre por un célebre habitante, por
un establecimiento comercial, un acontecimiento histórico o monumento natural
que le identifique con los años.
En nuestro país esta costumbre se ha enraizado
tanto que, por ejemplo, la ciudad de Caracas es la única dónde las direcciones
se dan por esquinas. Fue el Obispo Diego Antonio Díez Madroreño quien decide
bautizar las calles y esquinas de Caracas
con nombres exclusivamente católicos no obstante en la Parroquia la
Candelaria los nombres de las esquinas no se correspondían con el santoral sino
con orígenes más populares. Con el tiempo toda Caracas adquirió la costumbre de
mezclar tanto nombres católicos como nombres provenientes de la tradición, bien
sea por sus habitantes famosos, leyendas u otros acontecimientos. Hoy,
empeñados en conservar nuestra historia, estaremos hablando de esas esquinas de
San Casimiro que con el tiempo han
dejado huellas y anécdotas que merecen ser contadas.
En el cruce entre las calles Miraflores y Delicias está la tradicional
esquina de Miraflores. Allí estuvo por mucho tiempo la pulpería de Martín
Corrales y luego le siguieron Ramón
Marrero, Ricardo Seijas, Pancho Hurtado y Alcides Valero; cuenta Zoraida, la
hija menor de Don Alcides, que recuerda con mucha nostalgia cuando llevaba el
almuerzo a su padre en una vianda hasta la bodega. Más recientemente estuvieron
en esa esquina El popular Canilla, allí se formó una peña de
asiduos visitantes y conversadores conformada por Antonio Pacheco, los hermanos
Marín y “Pescuezo” Torrealba, entre otros. Luego estuvo un profesor que apodaban el poeta y en épocas
más recientes el no menos popular Alí
“Maquinita” Castro.
La esquina donde hoy está el Banco de Venezuela fue Por mucho tiempo la
del Placer del Bachaco. La recordamos como el Bar de René Alvis, pero mucho
antes existió una historia bastante larga de ese icónico lugar sancasimireño.
Nos indica Lucas Guillermo Castillo Lara que allí se encontraba un corredor
extenso donde se encontraban los negocios de Pascual Mileo, que más tarde fue
de uno de los Visconti y al lado el de Don Antonio Torrealba que, por supuesto,
era el sitio de tertulias literarias, recitales poéticos y hasta mesa de
redacción del periódico sancasimireño “La Voz de Aragua”. El otro extremo del
corredor era más comercial y pueblerino inicialmente estuvo Marcelino Armas y
luego el botiquín de Luis Colmenares a quien, debido a su origen andino, todos
lo llamaban “El Gocho”. Cabe destacar que allí fue el primer establecimiento de
nuestro pueblo que vendía cerveza fría, conservadas en hielo que, a su vez, era
protegido en conchas de café para evitar que se descongelara.
Justo al
frente de esta esquina, con la calle del Mercado (Hoy García de Sena) en medio
estaba, y aún está, La esquina de La Perseverancia.
Desde allí se ha visto el transcurrir del Pueblo desde tiempos muy antiguos.
Don Rafael Vargas la fundó en 1912 y estuvo allí hasta su muerte acompañado de
Lola Hidalgo, Misia Rosalía y su fallecido hijo Rafael Humberto. Más reciente
la recordamos con el señor Ernesto Vargas y su esposa Amandita y últimamente el
popular Demoledor con su ferretería. Pero antes de Don Rafael Vargas estuvo
allí un establecimiento comercial denominado “Las dos velitas” y luego otro conocido
como “La Llanera” de Santiago Melchor Álvarez.
Iniciando la calle Bolívar está la parroquial, otra tradicional esquina
sancasimireña que también ha sido testigo de los dos siglos de historia del
pueblo. En sus primeros años estuvo por
allí un cementerio y más adelante una casa que pasó por diferentes dueños; la
pensión de Mariano Carrera, la tienda de Don Lope Medina, una farmacia llamada
Santa Cruz y un botiquín propiedad de Narciso Crespo que dio paso, tiempo
después, a la casa parroquial en época de los padres claretianos. Allí estuvo
un muro y una acera alta donde los jóvenes de finales de los sesenta y los
setenta del siglo veinte se reunían a cambiar el mundo en inagotables tertulias
hasta altas horas de la noche. Dos asiduos contertulios de aquella época
rememoraron sus anécdotas en nuestra página de Facebook. Carlos
Ramón Álvarez El popular “Buche de
perico” nos afirmó que,
justamente, recuerda las tertulias en las noches y que luego fue demolida para
hacer una especie de rampa. Y
José
Domingo Hernández recuerda que Rafailo
Pérez, otro travieso personaje sancasimireño, les mandaba a las personas que
preguntaban alguna dirección con la intención de hacerles pasar un mal rato.
El
nombre de la calle Sucre es relativamente reciente. Primeramente se llamó Calle Barrialito. Así era denominada
toda esa zona que va desde la calle Bolívar hasta la Sucre y que hoy comprende
las calles Mario Briceño Iragorry y Luis Roberto Casado. Probablemente se deba
ese nombre a la gran cantidad de riachuelos y manantiales u ojos de agua que
predominaban en esa zona desprovista de casas por aquellos tiempos. La esquina
más popular de la Calle Sucre era la
conocida como esquina del Almendrón. Justo donde hoy converge la calle en
mención con la Monseñor Arias Blanco. Allí, donde hoy está el Francisco Iznardy
estuvo, entre otras casas, la vivienda de Don Gil Fonseca quien era músico y
compositor, maestro de capilla y además
juez del entonces Distrito San Casimiro. En esa esquina vivían: Don
Marcos Gutiérrez fiel devoto de la Dolorosa, devoción que le transmitió a sus
descendientes. También estaba la casa de los Marrero y Al otro extremo la casa de los Luque.
Nos
refiere Carlos Buche de perico Álvarez a través de nuestra página de
Facebook: que la
esquina del almendrón “es la misma de Rafael Gutiérrez el creador del famoso tuqui-tuqui y recuerda que allí, al salir de
la escuela, se efectuaban las citas para
saldar cuentas a puño limpio, hasta que llegaba él policía escolar Pedro Boullón
a imponer su ley”. De igual manera nos expresa que Muchas carreras de bicicletas
terminaban allí y entré los primeros siempre eran, Falo, Tribilin y Medardo Verá
junto a Panchote. Después fue la era de
Hernán Calles.
Justo al finalizar la calle Barrialito o Sucre, donde se cruza con la Vesubio, está la emblemática esquina de Vicentico. Allí lucha contra el tiempo la vieja casa que fue anteriormente el restaurant de Vicente Pérez, en aquel criollo negocio estaba Delia Medina de cocinera. La mejor carne mechada que ha existido la preparaba Delia en ese restaurante. Vicentico fue uno de los primeros choferes del pueblo y hablar con él era reírse bastante de todas sus anécdotas por esos incipientes caminos. Allí también tuvo don Vicente, como mascota, a su famoso pavo enamorado que marcó época en el pueblo y generó un refrán que aún es usado por los más mayores: "más enamorado que el pavo de Vicentico". Más recientemente, la esquina en cuestión, ha adquirido un nombre distinto por otros usos y costumbres que nada tienen que ver con nuestra idiosincrasia, historia y tradición.
Comenzando la calle Monagas estaba la esquina de la
botica, debido a
una farmacia de ancestral tradición que nos remonta al tiempo en que se llamaba
Botica San Casimiro y era regentada por su fundador el doctor Vicente De
Milita. Luego pasó a ser propiedad de Don Guillermo Schwartz quien la
atendía junto a su hijo Pablo, pasando después a ser la Botica Sor
Teresita de Don Augusto Vilera.
Nos
relata Lucas Guillermo Castillo Lara que siempre había concurrencia y fue lugar
de interminables. Como estaba en alto era el sitio privilegiado para observar
los pocos acontecimientos del San Casimiro sereno y taciturno de aquella época.
Desde sus escalinatas se divisaba la calle de la entrada, al frente la
prefectura, el bachaco, una esquina de la plaza y La Perseverancia. Por ende se
tenía una visión de primera mano de quién llegaba al pueblo, algún litigio que
ameritara de la intervención del orden público, algo fuera de los común en el
botiquín y quien hizo alguna compra en la famosa tienda sancasimireña. Nuestro
asiduo oyente Gustavo Navarro nos relató que un día fue víctima de una broma
del señor Pepe Oliveros que lo mandó a comprar agujas para coser calderos en
dicha botica, recibiendo la reprimenda del señor Vilera y la invitación a que
el bromista fuese en persona buscar el mandado. El muy inocente Gustavo refiere
que luego del incidente pasaba corriendo frente a la farmacia con temor a que
el dueño le aplicara otro regaño.
En Curucuti se encuentra la esquína de Wica. Anteriormente, cuando Curucutí estaba poblado por un puñado de viviendas, el sitio era una especie de pequeña laguna de dónde manaba agua y, según contaba Don Lorenzo Osorio, era utilizada para bañar los cochinos que los primeros habitantes del Barrio tenían para el consumo de sus familias. Precisamente eso impidió que Don Lorenzo construyera en el lugar y se decidió por hacer su vivienda justo al frente. Relata Margot Torrealba que allí se encontraba una pila pública de agua de donde se abastecían los vecinos.Regresando a la actual esquina de Wica, allí tuvo Don Pedro Reina su bodega, la cual pasó a manos de Chicho Tarache y otra vez a las manos de Pedro Reina. Por último montó su negocio el trágicamente fallecido Luis Manuel Pérez Reina, mejor conocido como Wica. De allí el nombre que persiste hasta ahora.
Por último mencionaremos la
popular esquina de “Alambrito”. La amiga Candelaria Yepez, habitante de toda la
vida de la zona, nos indica que En esa renombrada esquina estuvo desde siempre
Don Evencio Hernández con su tradicional botiquín y bodega. Está ubicada justo
entre la calle Ricaurte, ancestralmente conocida como El Carretero, y el inicio
de la vereda dos de Curucutí.
A través de nuestra página de
Facebook el conocido Marco Muñoz Rengifo nos recuerda que Don Evencio vendía
Maní en concha durante muchos años y que justo al frente existió una pequeña
carnicería de José Hinojosa donde expendían chicharrón, manteca y carne de
cochino.
Otro asiduo seguidor de nuestra
página el señor Joel Amador, vecino del Carretero, nos cuenta que luego de don
Evencio estuvo su hijo el fallecido Simón Hernández hasta que tomó las riendas
del negocio el profesor Héctor Hernández, popularmente conocido como Alambrito
a lo que se debe el nombre actual de la esquina. Sitio de reunión habitual de
muchos sancasimireños cada fin de semana.
Juan CarlosTorrealba
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