El
pavo de Vicentico y los cieguitos de Cúa
En diferentes
espacios, sobre todo en el programa radial, hemos conversado sobre la causa de distintos dichos o refranes
que han pasado de generación en generación y los usamos, dándole el significado
adecuado, pero no conocemos su origen casi siempre proveniente de un hecho
histórico o muy jocoso. Hoy nos vamos a
concentrar en dos expresiones netamente sancasimireñas que han trascendido a
través del tiempo y aún están en el uso de la jerga popular. Por acá las
dejamos para que las nuevas generaciones de sancasimireños las usen y no se
pierdan de nuestro acervo.
Se cuenta que el
popular Vicente Pérez tenía un pavo en el corral de su casa del final de la
calle Sucre. Este animal no era un pavo cualquiera, pues se distinguía de los
demás por tener una personalidad libidinosa con la particularidad de no poder
ver a una mujer porque empezaba a cortejarla. Apenas una bella señorita se
asomaba por esos predios, el animal comenzaba a dar vueltas en círculos, emitir
sonidos y abrir su cola como si se tratase de un pavo real de la India. No
sabemos cuál fue el destino del afamado pavo enamorado. Tal vez terminó en un
banquete decembrino o sirvió de alimento al entonces niño Luis Vicente Pérez (Cohetón),
lo realmente cierto es que la creatividad popular de San Casimiro comenzó a
llamar a todo hombre mujeriego y picaflor “más enamorado que el pavo de
Vicentico”
A nuestro pueblo venía con regularidad una pareja de
invidentes procedentes de la vecina población de Cúa. Se dedicaban a recorrer
las calles solicitando cualquier ayuda monetaria que la gente tuviese a bien
otorgarles para luego marcharse de regreso a su población de origen. No existía
calle, casa o negocio que la pareja de ciegos no visitara en su diligente
recorrido. Es un uso frecuente de los sancasimireños de esa época decir con
cierto aire de reclamo a quienes viven pidiendo insistente y constantemente: “Pides más que los cieguitos de Cúa”
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