domingo, 4 de diciembre de 2016

Tradición de campaneros

“Las campanas de mi pueblo,
si que saben alegrar;
cuando las tocan bonito,
todas al aire se van”
Popular



Cuando mi abuela, Isabel María Marrero Guillén (Lalita), llegó a tierra sancasimireña tendría si acaso 8 ó 9 años, venía con sus padres procedentes de Camatagua. Su papá, Ernesto Marrero, había sido nombrado agente de licores en San Casimiro y decidió la mudanza, entre otras cosas, para escapar de la epidemia de   paludismo   que prácticamente acabó con esos pueblos del sur aragüeño y el norte del Guárico. A don Ernesto le dieron a escoger tres opciones: Villa de Cura, San Sebastián y nuestra población, siendo esta última la que escogió finalmente.




Casa donde llegó mi abuela a San Casimiro

            Llegaron a vivir a la vieja casa donde hoy funciona la Biblioteca Virtual y Lalita cuenta que entre sus primeros recuerdos está el día, quizá un domingo, que su mamá (María  Guillén  de Marrero)      quedó sorprendida al escuchar un festivo repiquetear de campanas tan distinto a lo oído anteriormente. Su admiración fue tan grande  que de inmediato interrogó a don Ernesto   sobre   la procedencia de tan hermosa melodía y éste le respondió que eran las campanas del templo llamando a misa. En aquel tiempo, segunda década del siglo XX, las campanas de nuestra iglesia eran tocadas por un hombre llamado Casimiro, como nuestro patrón. Aquel personaje que hacía vibrar el campanario era criado de la familia Castillo y quizá sería el encargado de aquel oficio debido a que el sacerdote del pueblo   era   Lucas Guillermo Castillo, quien luego fuera obispo de Coro y arzobispo primado de Venezuela. 

          Casimiro usaba su tiempo libre en visitar a las familias del pueblo y con el respeto propio de la época dedicaba cada uno de los toques del domingo a las muchachas más hermosas de aquellos días. Tenía la particularidad de tocar las campanas en la parte más alta del campanario; Lalita asegura que más que repiques parecía música surgida de "las sonoras e inimitables campanas", como decía don Eleazar Casado. Anteriormente las campanas también fueron tocadas por el viejo Pío a quien cariñosamente llamaban “Patón”, se dice que éste fue el primero en tocarlas en los tiempos en que el padre Machado ofició la misa por primera vez en nuestro sagrado templo y luego pasó por el campanario el “Gago” Emiliano que tenía la peculiaridad de cantar y bailar cuando repicaba para las fiestas patronales u otra celebración religiosa. 

      De nuestras campanas se afirma con toda seguridad que son únicas en Venezuela por su sonido tan hermoso. Su forma de sonar causó admiración en los vecinos de aquel San Casimiro rural y bucólico, inclusive fue fuente de muchas supersticiones. Se cuenta que muchas familias se sentaban en los patios o en las puertas de las casas a imitar los sonidos nacidos del campanario. Relata don Eleazar Casado que un buen día se encontraba una familia reunida en pleno cumpliendo con esa curiosa tradición; en el corredor estaban todos menos un familiar que, víctima de una grave enfermedad,  yacía postrado a una cama en la habitación contigua. Al comenzar el sonido comenzaron con la inusitada ceremonia y desde la habitación se escuchaban unos quejidos que los presentes atribuyeron a que el enfermo también se encontraba participando. Nada más alejado de la verdad, cuando acabó el repique y uno de ellos regresó al cuarto encontró al pobre hombre muerto sin que nadie presenciara sus últimos momentos por estar imitando las campanas.



Nuestras sonoras campanas

    Pasó el tiempo, el pueblo fue creciendo y con  él  el  arraigo sancasimireño de mi familia que echó sus raíces en esta tierra para siempre. Recién casado mi abuela con Carlos Torrealba se muda a la hacienda El Paraparo, donde asegura se escucha el alegre repiquetear  de  las campanas de nuestro pueblo llevado por el viento a través de la serranía. Lalita me cuenta que las campanas también cumplían la función de llamar a las recordadas "faenas" que no era otra cosa que la unidad y solidaridad de los jóvenes de aquella época en procura de objetivos comunes;  así surgieron la Plaza Bolívar y El Refugio que era una especie de hospital, asilo y hasta teatro.


Templo de San Casimiro en sus primeros años, tiempos de construcción de la Plaza Bolívar
    
      Tal vez el campanero más recordado por mi abuela sea Pancho Hurtado, el siempre querido tío Pancho, que también fue bodeguero en el sitio donde hoy está el Banco de Venezuela y por los lados del barrio El Carmen para terminar en los últimos años como cartero. El tío Pancho fue un hombre sencillo y ejemplar que construyó una familia a fuerza de sudor y trabajo, un digno ejemplo para nuestras generaciones. También se recuerda a Ramón León y el popular “Mocho” de Tulio igualmente ejerció la labor.

            Hoy -dice Lalita- las campanas no suenan como antes, porque ahora tocarlas es sólo un trámite para llamar a misa y no una tradición y un oficio como era anteriormente. Se   acabaron   los campaneros   y   los hermosos toques de campanas han pasado a ser recuerdo de una tarde  en que LALITA ME LO CONTÓ.







6 comentarios:

  1. Gracias señor paco. Es un halago viniendo de usted

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  2. Excelente relato.. Lo disfruto mucho al igual que las fotografías.

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  3. Excelente relato para la historia de nuestro Amado Pueblo amigo Juan, me hiciste viajar en el tiempo. Gracias !!

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