Tradición
de campaneros
“Las campanas de mi pueblo,
si que saben alegrar;
cuando las tocan bonito,
todas al aire se van”
Popular
Cuando
mi abuela, Isabel María Marrero Guillén (Lalita), llegó a tierra sancasimireña
tendría si acaso 8 ó 9 años, venía con sus padres procedentes de Camatagua. Su
papá, Ernesto Marrero, había sido nombrado agente de licores en San Casimiro y
decidió la mudanza, entre otras cosas, para escapar de la epidemia de paludismo
que prácticamente acabó con esos pueblos del sur aragüeño y el norte del
Guárico. A don Ernesto le dieron a escoger tres opciones: Villa de Cura, San
Sebastián y nuestra población, siendo esta última la que escogió finalmente.
Casa donde llegó mi abuela a San Casimiro
Llegaron
a vivir a la vieja casa donde hoy funciona la Biblioteca Virtual
y Lalita cuenta que entre sus primeros recuerdos está el día, quizá un domingo,
que su mamá (María Guillén de Marrero) quedó sorprendida al escuchar un festivo
repiquetear de campanas tan distinto a lo oído anteriormente. Su admiración fue
tan grande que de inmediato interrogó a
don Ernesto sobre la procedencia de tan hermosa melodía y éste
le respondió que eran las campanas del templo llamando a misa. En aquel tiempo,
segunda década del siglo XX, las campanas de nuestra iglesia eran tocadas por
un hombre llamado Casimiro, como nuestro patrón. Aquel personaje que hacía
vibrar el campanario era criado de la familia Castillo y quizá sería el
encargado de aquel oficio debido a que el sacerdote del pueblo era
Lucas Guillermo Castillo, quien luego fuera obispo de Coro y arzobispo
primado de Venezuela.
Casimiro usaba su tiempo libre en visitar a las familias
del pueblo y con el respeto propio de la época dedicaba cada uno de los toques
del domingo a las muchachas más hermosas de aquellos días. Tenía la
particularidad de tocar las campanas en la parte más alta del campanario;
Lalita asegura que más que repiques parecía música surgida de "las sonoras
e inimitables campanas", como decía don Eleazar Casado. Anteriormente las
campanas también fueron tocadas por el viejo Pío a quien cariñosamente llamaban
“Patón”, se dice que éste fue el primero en tocarlas en los tiempos en que el
padre Machado ofició la misa por primera vez en nuestro sagrado templo y luego
pasó por el campanario el “Gago” Emiliano que tenía la peculiaridad de cantar y
bailar cuando repicaba para las fiestas patronales u otra celebración
religiosa.
De nuestras campanas se afirma con toda seguridad que son únicas en Venezuela por su
sonido tan hermoso. Su forma de sonar causó admiración en los vecinos de aquel
San Casimiro rural y bucólico, inclusive fue fuente de muchas supersticiones.
Se cuenta que muchas familias se sentaban en los patios o en las puertas de las
casas a imitar los sonidos nacidos del campanario. Relata don Eleazar Casado
que un buen día se encontraba una familia reunida en pleno cumpliendo con esa
curiosa tradición; en el corredor estaban todos menos un familiar que, víctima
de una grave enfermedad, yacía postrado
a una cama en la habitación contigua. Al comenzar el sonido comenzaron con la
inusitada ceremonia y desde la habitación se escuchaban unos quejidos que los
presentes atribuyeron a que el enfermo también se encontraba participando. Nada
más alejado de la verdad, cuando acabó el repique y uno de ellos regresó al
cuarto encontró al pobre hombre muerto sin que nadie presenciara sus últimos
momentos por estar imitando las campanas.
Nuestras sonoras campanas
Pasó el tiempo, el pueblo fue creciendo y
con él
el arraigo sancasimireño de mi
familia que echó sus raíces en esta tierra para siempre. Recién casado mi
abuela con Carlos Torrealba se muda a la hacienda El Paraparo, donde asegura se
escucha el alegre repiquetear de las campanas de nuestro pueblo llevado por el
viento a través de la serranía. Lalita me cuenta que las campanas también
cumplían la función de llamar a las recordadas "faenas" que no era
otra cosa que la unidad y solidaridad de los jóvenes de aquella época en
procura de objetivos comunes; así surgieron
la Plaza Bolívar
y El Refugio que era una especie de hospital, asilo y hasta teatro.
Templo de San Casimiro en sus primeros años, tiempos de construcción de la Plaza Bolívar
Tal vez el campanero más recordado por mi
abuela sea Pancho Hurtado, el siempre querido tío Pancho, que también fue
bodeguero en el sitio donde hoy está el Banco de Venezuela y por los lados del
barrio El Carmen para terminar en los últimos años como cartero. El tío Pancho
fue un hombre sencillo y ejemplar que construyó una familia a fuerza de sudor y
trabajo, un digno ejemplo para nuestras generaciones. También se recuerda a
Ramón León y el popular “Mocho” de Tulio igualmente ejerció la labor.
Hoy -dice Lalita- las campanas
no suenan como antes, porque ahora tocarlas es sólo un trámite para llamar a
misa y no una tradición y un oficio como era anteriormente. Se acabaron
los campaneros y los hermosos toques de campanas han pasado a
ser recuerdo de una tarde en que LALITA
ME LO CONTÓ.
Muy bello escrito, te felicito.
ResponderEliminarGracias señor paco. Es un halago viniendo de usted
ResponderEliminarExcelente relato.. Lo disfruto mucho al igual que las fotografías.
ResponderEliminarMil gracias, señor Duque
EliminarExcelente relato para la historia de nuestro Amado Pueblo amigo Juan, me hiciste viajar en el tiempo. Gracias !!
ResponderEliminarMil gracias
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