jueves, 22 de noviembre de 2012


La cruz del juicio final y el pájaro que bajó en la quebrada

         Un   avión   remontó   cielo sancasimireño,   aquel   frágil aparato de alas de lona parecía sucumbir ante el viento que se colaba por las montañas. Carlos Torrealba (Mi abuelo) vivía para aquel entonces en su hacienda de El Negro pendiente de sus cultivos de café, de Lalita y la pequeña Mercedes. Los más estudiados del pueblo conocían de la existencia de aquella maravillosa hazaña de los hermanos Wilbur y Orville Wright que el 17 de Diciembre de 1903 habían volado por primera vez en un aeroplano y los avances que en la materia se lograron durante las siguientes décadas, inclusive   habían   visto   la fotografía de un aeroplano en una vieja enciclopedia de Don Antonio Torrealba,  pero  la mayoría de los sancasimireños desconocían la existencia de tan maravilloso invento.
            Saturnina Reyes habitante de El Negro y recolectora de café vivía inquieta con el sermón apocalíptico    que le había escuchado al cura en la Semana Santa pasada. El pastor de almas afirmaba que el fin del mundo se acercaba y que el día del juicio final una gigantesca cruz surcaría los cielos para que los pecadores se arrepintieran de sus faltas. Saturnina   se   encontraba llenando una tinaja en el jagüey cuando   sintió   un     ruido desconocido por sus oídos, volvió la vista hacia el cielo y allí estaba, desafiando toda ley conocida por aquella mujer para quien únicamente las aves volaban. Pasó sobre su cabeza a regular altura y se alejó entre dos cerros para luego volver en sentido contrario y desaparecer por donde llegó. La atribulada Saturnina recordó las palabras del  cura  párroco,   vio  la semejanza del aparato con la cruz del juicio final y presa de los nervios apartó la tinaja y salió corriendo a su rancho para abrazar a sus niños y esperar el fin del mundo y el juicio final en su compañía. Mi abuelo, que iba por el camino rumbo a los potreros, se encontró de frente con la mujer que hecha un mar de llanto le advirtió cuanto pasaba:

_ ¡Carlos, mijito! ¡El mundo se está acabando! ¡Llegó la cruz del juicio final!

       Mi   abuelo,   tratando  de contener la risa, le explicó que simplemente se trataba de un aeroplano y que al mundo le quedaban unas cuantas horas de vuelo.
       Días después mi abuelo se encontró con Ricardo Alvis. A sabiendas de lo embustero que era, le interrogó:

_Ricardo, ¿Vio el bicho que pasó volando?

_ ¿Que si lo vi? _ Respondió _ Yo estaba en la quebrada cuando llegó, se bajó en el pozo, bebió agua como un desesperado; Se sacudió las alas y salió volando pa’ Valle Morín.









            


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