Una vaca sobre el tejado
Pocas cosas perturbaban la paz
de pueblo, siempre estaba como aletargado, como durmiendo una eterna siesta. Sólo las Fiestas
Patronales, la Semana
Santa , la navidad o las veladas benéficas de El Refugio
sacaban a San Casimiro de su eterna monotonía.
Don
Antonio Quintana vivía en la hoy calle Monseñor Arias Blanco y en el corral de
su casa tenía varias vacas las cuales eran encerradas allí todas las tardes
luego de sacarlas a pastar por los cercanos cerros de Chupadero y Barrancón.
Eran
como las tres de la tarde cuando venía Don Antonio Quintana con su arreo de
vacas por el sitio de Los Anones(Hoy Plaza San Antonio), cruzaron la quebradita
pasaron por el Restaurant de Vicentico Pérez y tomaron rumbo hasta la hoy calle
Vesubio que no era más que un angosto camino para luego continuar hacia el
corral como todas las tardes entrando por la parte de atrás, específicamente
por el sitio donde antes estuvo La
Caraqueña y hoy está la Perfumería. Llegó
al corral, cerró el falso y,
descendiendo por una pequeña pendiente, entró a su casa a ocuparse de otros
asuntos.
Todo
parecía normal y rutinario, nada fuera de lo habitual. Hasta que a una de las
vacas se le ocurrió que ya era hora de perturbar la sagrada paz del pueblo y
decidió saltarse una de las empalizadas que hacía de lindero con la casa de los
Luque una casona grande y ancha situada frente a la de los Marrero. Pero como
no tenía nada de particular que una vaca se saltara una empalizada, el
arriesgado animal eligió pasar a la historia con un solo salto. Aprovechando
que el tejado de la casa estaba prácticamente al nivel de la pendiente donde se
encontraba parada, la res se montó en el techo y éste comenzó a crujir bajo su
imponente cuerpo. Muy engreída, la ternera comenzó a pasearse por el tejado
consciente de que ahora si había logrado alterar la tranquilidad del vecindario.
Pueblo que salió de su modorra ante los gritos de pánico de Don Roseliano Luque
que dormía la siesta en una hamaca cuando comenzó a sentir que el techo rugía
sobre su cabeza _ ¡ Terremoto! _ Gritaba a Carmelina, su mujer_ ¡ Terremoto,
Carmelina!.
Despavorido
corrió hacia la calle, quizá recordando las historias del terremoto de Cúa que
el 12 de abril de 1878 causó el desplazamiento en masa de los habitantes de
aquel pueblo vecino hacia el nuestro, hasta que se dio cuenta de que los
movimientos no provenían de un temblor de tierra sino del crujiente tejado.
La
causante del terremoto de Don Roseliano
sólo bajó del tejado luego de haber logrado que bastante gente se
aglomerara en la esquina del Almendrón a presenciar su espectáculo y justo después que un apenado Don Antonio
Quintana se aprestaba a cancelar el montón de tejas rotas.
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