lunes, 9 de septiembre de 2013

Una vaca sobre el tejado


            Pocas cosas perturbaban la paz de pueblo, siempre estaba como aletargado, como durmiendo  una eterna siesta. Sólo las Fiestas Patronales, la Semana Santa, la navidad o las veladas benéficas de El Refugio sacaban a San Casimiro de su eterna monotonía.
            Don Antonio Quintana vivía en la hoy calle Monseñor Arias Blanco y en el corral de su casa tenía varias vacas las cuales eran encerradas allí todas las tardes luego de sacarlas a pastar por los cercanos cerros de Chupadero y Barrancón.
            Eran como las tres de la tarde cuando venía Don Antonio Quintana con su arreo de vacas por el sitio de Los Anones(Hoy Plaza San Antonio), cruzaron la quebradita pasaron por el Restaurant de Vicentico Pérez y tomaron rumbo hasta la hoy calle Vesubio que no era más que un angosto camino para luego continuar hacia el corral como todas las tardes entrando por la parte de atrás, específicamente por el sitio donde antes estuvo La Caraqueña y hoy está la Perfumería. Llegó al corral,  cerró el falso y, descendiendo por una pequeña pendiente, entró a su casa a ocuparse de otros asuntos.
            Todo parecía normal y rutinario, nada fuera de lo habitual. Hasta que a una de las vacas se le ocurrió que ya era hora de perturbar la sagrada paz del pueblo y decidió saltarse una de las empalizadas que hacía de lindero con la casa de los Luque una casona grande y ancha situada frente a la de los Marrero. Pero como no tenía nada de particular que una vaca se saltara una empalizada, el arriesgado animal eligió pasar a la historia con un solo salto. Aprovechando que el tejado de la casa estaba prácticamente al nivel de la pendiente donde se encontraba parada, la res se montó en el techo y éste comenzó a crujir bajo su imponente cuerpo. Muy engreída, la ternera comenzó a pasearse por el tejado consciente de que ahora si había logrado alterar la tranquilidad del vecindario. Pueblo que salió de su modorra ante los gritos de pánico de Don Roseliano Luque que dormía la siesta en una hamaca cuando comenzó a sentir que el techo rugía sobre su cabeza _ ¡ Terremoto! _ Gritaba a Carmelina, su mujer_ ¡ Terremoto, Carmelina!.
            Despavorido corrió hacia la calle, quizá recordando las historias del terremoto de Cúa que el 12 de abril de 1878 causó el desplazamiento en masa de los habitantes de aquel pueblo vecino hacia el nuestro, hasta que se dio cuenta de que los movimientos no provenían de un temblor de tierra  sino del crujiente tejado.
            La causante del terremoto de Don Roseliano  sólo bajó del tejado luego de haber logrado que bastante gente se aglomerara en la esquina del Almendrón a presenciar su espectáculo y  justo después que un apenado Don Antonio Quintana se aprestaba a cancelar el montón de tejas rotas. 

 




lunes, 11 de marzo de 2013


Manuel, el del agua.


“Por allí me veo soñador
viendo pasar mis recuerdos
y los recuerdos de otros
que se quedaron en mi”

José Domingo Fuentes
   
            El  25 de julio de 2002 falleció Manuel  Antonio Acosta.  Qué sancasimireño     de     nuestra generación y las anteriores no conoció a Manuel Acosta o “Manuel el del agua”  como lo conocimos. Se marchó con su equipaje de anécdotas sobre el primer acueducto. Aquel acueducto de Toronquey que fue idea de Don Alfredo Manzo por allá en 1927 y del cual nuestro personaje era plomero y recaudador de la pequeña suma que se cobraba a los beneficiarios del servicio.
            La toma fue construida en la quebrada de Toronquey cuyas aguas cristalinas nacen en la montaña de Samaría y se vienen serpenteando cerro abajo hasta su encuentro con el río Zuata. Desde allí venía el agua hasta el tanque construido para su almacenamiento en el pequeño cerro donde antes estuvo la iglesia vieja y hoy es el final de la calle El Parque muy cerca de la plaza Bolívar. Luego partía la red de tuberías hasta las casas de unos agradecidos sancasimireños por aquella empresa progresista para el pueblo.
            Para el año 1943 el ejecutivo de estado Aragua adquiere la posesión Toronquey y dona los terrenos al municipio pasando el acueducto a manos de la municipalidad. Ocho años más tarde construyen una toma a más altura y en la década de 1960 anexan una aducción de la quebrada de Guambra. Y todo esto con Manuel Acosta como testigo.
    
            Se nos fue Manuel con su eterna jovialidad, sus recuerdos de cuando era cantante de la agrupación bailable Padre Claret conformado entre otros por Augusto Ascanio, Perucho Vargas y Rafael Jesús Pérez. Con aquel grupo se cansaron de dar serenatas y animar bailes por Camatagua, Cúa, Ocumare y todos estos pueblos vecinos, además eran la atracción principal en recordados clubes como El Tropiezo y Los Mangos donde cobraban la cantidad de sesenta bolívares por baile.
            Diariamente pasaba frente a mí, de Los Pocitos a La Bandera; erguido con sus años acuestas y   me saludaba con el cariño de quien me vio crecer y con el mismo afecto con que   trataba   a   todos   los sancasimireños. Donde esté Manuel el del agua  seguro que se encuentra con Pancho Hurtado, el Cartero y José Castillo el de CADAFE formando un trío de ejemplares servidores públicos de los que hacen falta en el San Casimiro de hoy.