martes, 11 de diciembre de 2018


La nobleza azabache

Si tener alma significa ser capaz
de sentir amor, lealtad y gratitud,
los animales son mejores
que muchos humanos.
James Herriot.

Nuestra protagonista nos recuerda la historia de Cenizo, el perro fiel de la Plaza Bolívar de Caracas. Cuentan que perteneció a un musiú que todas las tardes iba con su mascota a sentarse en la plaza y cuando su dueño murió Cenizo se vio solo  buscando refugio en el pedestal de la estatua ecuestre de Simón Bolívar, Refieren las viejas crónicas que por más de  nueve años que vivió allí no había ningún perro que pudiera andar por la plaza y, marcando su territorio, no tenía compasión en caer a mordiscos al canino que anduviera por sus dominios. No faltaba a ningún velorio, misa, fiesta popular o retreta. No lo echaban de la catedral y comía en los restaurantes aledaños, para ese entonces los más afamados y lujosos de la capital.
La muerte de Cenizo causó dolor en aquella caracas pueblerina, fue primera plana en todos los diarios y los poetas escribieron palabras en su honor, su cuerpo fue llevado por el aseo urbano, pero miembros del Club Paraíso lo rescataron y enterraron en una urna de metal en los jardines de tan afamado club, incluso se hizo una colecta popular para hacerle una estatua en los jardines de la plaza que luego no se realizó.



            La Negra no se sabe a ciencia cierta de donde surgió, apareció de repente con un azabache brillante, pululando por las inmediaciones del Banco de Venezuela. Como si estuviese decidida a no ser una perra más del montón, resolvió pasar a la historia desde su primer parto. Quizás buscando amor y protección para sus crías,  se le ocurrió la idea de parir en la Escuela Santa Ana. Ocasionando la alegría de la chiquillería ante la sorprendente camada de hermosos cachorros para luego generar molestia en los docentes y la suspensión de clases al plagar todo el plantel de pulgas. Ante tal acontecimiento nuestra protagonista fue expulsada de la escuela, hecho que generó el malestar de los defensores de los animales y la polémica entre éstos y los docentes del plantel.



            Poco a poco, una vez esterilizada,  la Negra fue ganando notoriedad y el merecido cariño de toda la gente. Es asidua visitante del Banco de Venezuela y de los pasillos de la Alcaldía donde es dueña y señora, tanto así que se acuesta a asolear sus partes sin ningún pudor y, sabiéndose amada y protegida por todos, entra a las oficinas y se echa a disfrutar del aire acondicionado cuando el calor aprieta.



Cuando son las 4:30 pm y suenan las campanas dando primero para la misa, nuestra protagonista abandona el sitio donde esté y sale corriendo rumbo a la iglesia para ser la primera en  entrar a ella. Incluso aparece fotografiada en más de un  álbum de bodas siendo testigo de excepción de tan memorables acontecimientos.

El amor de la negra por los seres humanos la lleva a ser fiel compañera de todos y cada uno de los entierros de nuestro pueblo, nos consta que acompaña a difunto y familiares hasta el último momento en el cementerio y si hay varios entierros en el día, nuestro animalito repite el mismo recorrido. Pero no solo en momentos tristes ella está presente pues a la hora de celebrar también está allí con su majestuosa figura azabache.  No se pierde ningún desfile de carnaval, festividad escolar o manifestación política que implique movimiento de gente y música.



Así como Cenizo vio pasar la vida del centro de la Caracas de principios de siglo XX, estamos seguros que la Negra es el mejor testigo de los aconteceres cotidianos de nuestro San Casimiro, de sus celebraciones y  tristezas. Que esta crónica sirva para que las generaciones futuras sepan que por nuestras calles caminó un animalito lleno de bondad y cariño capaz de dar mucho amor a los seres humanos.



fotos: José Domingo Hernandez, Nancy Díaz y Juan Carlos Torrealba