San
Casimiro, un montón de
manos abiertas a la amistad.
“Mi pueblo cada día
Se limpia y purifica
No "habido" trago amargo
Que mate su alegría
Se despereza ahíto
Por el sol y la brisa…”
Mi pueblo me hace cantar
Alí Primera
Mi pueblo es uno
solo y muchos a la vez, es diversidad de lugares y personas propagadas por su
disímil geografía. Mi pueblo es inmenso y profundo, es piel curtida por el sol,
manos callosas por el trabajo del campo, es belleza natural, es un rostro de
niño mestizo y de mujer de natural hermosura. Mi pueblo es olor a fogón y a
tierra mojada en mayo. Es bahareque, es cielo limpio, es ciruela y mango, es
cachapa de maíz jojoto, es hallaca y caraota. Mi pueblo es todo.
Casa de Cambural de Cataure
Mi pueblo empieza
y termina en Cambural de Cataure un caserío a la orilla de una quebrada, allá
está Don Juan Azuaje y su hospitalaria familia, están los García, los Espinoza,
los Andrade, Eusebio y Panchito Naguanangua, En Las Ollas de Caramacate está
Casimira, Augusto Blanco, el Piojo y Santa Lozada; gente sencilla y humilde que
abre las puertas de su casa y comparten lo que tienen con el que llega porque
el compartir es parte de su cotidianidad.
Ollas de Caramacate
Ollas de Caramacate
Enclavado en esa
zona se encuentra Onoto la hacienda y el caserío casi desaparecido. Lucas Guillermo
Castillo Lara, en su libro Los Hombres y
sus muros (p130) nos dice: “Onoto. La hacienda del General Casado. Refugio
inexpugnable, casi fortaleza, de un antiguo caudillo”.
Más acá, siguiendo
el paso serpenteante de la quebrada de
Las Ollas, están Buena Vista y Los Manires donde las casas de Rosa y Félida
Mujica son refugio para el visitante y con cariño brindan al que llega todo
cuanto sus manos cultivan a la madre tierra. También están los Naranjo con Yasmicer,
su mamá y sus hermanos. Luego de pasar el río Cura, en la vía a Los
Cajones está Julio Rondón fiel protector de los Chorros de Cura ese hermoso monumento natural que se
desprende desde lo alto de la montaña Golfo Triste a 1520 metros sobre el nivel
del mar dentro de un bosque con árboles centenarios de más de 50 metros de
altura con una prolífica fauna y muchas leyendas como los encantos que hacen
que te pierdas para siempre en la inmensidad del bosque y las supuestas
turbinas dejadas allí por los alemanes que querían hacer una planta hidroeléctrica.
Los Manires
Chorros de Cura
Siguiendo la
carretera nos encontramos a Valle Morín, el Valle de los Morines llamado así,
según relata Jesús Briceño Enriquez en su libro Contribución al estudio geográfico e hidrológico del estado Aragua (p
358), a la gran cantidad de familias con el apellido Morín establecidas en
el sitio, también conocido como Sabana del Valle, quienes impulsaron la
fundación de la parroquia por el lejano año de 1795. Relata Don Eleazar Casado
en su libro San Casimiro en su historia
y geografía, en su tradición y su cultura (p 59): “…fue lugar predilecto de numerosa familias de Camatagua,
Carmen de Cura y San Francisco de Cara para temperamento”. Quizás debido a esa
razón mi abuela Isabel Marrero Guillén nació en aquel valle un día de navidad
de 1908. En Valle Morín están los Hernandez, los Esparragoza, los Torrealba,
los Granadillo, los Ascanio, los Medina, Villegas y por supuesto los Morín,
descendientes de los fundadores.
Iglesia de Valle Morín
Siguiendo este
recorrido por la geografía sancasimireña nos encontramos con Plan de Cagua
escenario de mis vacaciones de niño en la hacienda
de mi tío Cándido Tovar y mi tía Josefina donde tomaba la leche recién ordeñada y tanto como mi tía como mi
abuela hacían los quesos de mano, el suero y la natilla. De la montaña baja la
quebrada de Cagua con su salto y cuyas márgenes estaban pobladas por araguatos
cuyo rugido asemejaba el tronar del cielo en invierno. Seguidamente está el
caserío donde estaban Munda y Juan Eladio Hernández; los Villegas, los Gil, los
Oropeza y los Delgado, entre otros.
También vivían unos alemanes que nunca conocí, pero que mi prolífica imaginación me hacía pensar que eran “malignos
nazis” que estaban por allí escondidos luego de la Segunda Guerra Mundial. Así
llegamos a la quebrada del apamate que desaparece en verano, pero renace con
las primeras lluvias y sus legendarias crecientes se han llevado vehículos y
personas además de poner a los viajeros a esperar que bajen las aguas para
poder continuar el camino.
Y llegamos a la
carretera negra, como llamamos por aquí a las carreteras asfaltadas, en este
caso la vía que se dirige de San Casimiro a Camatagua y más allá rumbo al
llano. Tomando esta vía en dirección al pueblo nos encontramos al alegre
Cogollal donde según dice la canción “nunca se ve tristeza”. También bautizado
por Don Eleazar en la obra citada como “Pórtico de la llanura”. En Este pueblo
de paso predominan los Requena y los López y un oriental que llegó para
quedarse allí el famoso negro Córcega.
Seguimos por estos
caseríos de paso y nos encontramos El Limón con los Galarraga y sus
chicharrones, los Lugo y los Hermoso para llegar a una entrada a mano izquierda
y entrar en la vía a Múcura. Múcura de las Jimenez y las Martínez Aquino, de
los Saa, la de las vegas bañadas por la margen izquierda del río Zuata. El
historiador sancasimireño Lucas Castillo Lara en la obra citada previamente (p.
130) nos describe el Mucura que conoció de esta manera: “Mucura. Un pequeño
caserío. Barroso a las márgenes del Zuata”. Precisamente, si el río no está crecido, lo cruzamos
y ya estamos en tierras zuateñas anteriormente pertenecientes al general Mazzei
Carta y dedicadas casi en su totalidad al cultivo de la caña de azúcar, allí
existen aún las ruinas del trapiche y de la hermosa casa de la hacienda donde
estuvo encargado por un tiempo mi tío Manuel Marrero. En Zuata está Pedernal,
El Trapiche, El Taque, El Toco y Boca de Zuata lugar donde se encuentran el río
Guárico con nuestro Zuata y causan cíclicas y grandes inundaciones en la
población. Allí están los Gómez, los Cadena y los Arraiz, entre otros.
Buscando la vía
que une a San Casimiro con San Sebastián luego de pasar por El Toco y El Taque
nos enrumbamos hacia Mamoncito para llegar a Vallecito. Vallecito el de las
ciruelas y la granja de mi tío Mon con su molino de viento; el de Lucas
Delgado, los Zamora, los Andueza, del recordado Profesor Otilio González y de
Las fiestas a la Virgen del Carmen el 16 de julio.
Luego de una recta
nos encontramos con la entrada de Carita donde está un pozo sabroso y fresco en
la hacienda de León “Carita” cuyo apellido pasó a ser precisamente ese (Carita)
sustituyendo el que le dio su padre. Más adelante, en tierras que fueron de la
familia Aular, crecieron parcelamientos como Chaparral y Las Marquesitas donde
vinieron a parar personas de otros lares e hicieron su vida allí integrándose a
nuestro pueblo.
Más adelante nos
encontramos el Puente de Pardillal sobre el río Zuata en cuyas márgenes viven
los Paredes, los Gallardo y los Villegas, entre otros. Por arriba las
vendedoras de café, de hallaquitas de chicharrón y otras delicias comestibles.
Seguimos y llegamos a una “Y”, cruzamos a la derecha y caemos a El Rodeo sitio
de donde han hecho su vida la extensa familia Arnaudez, está la maestra Aida y
su familia además de los Padrón. El Rodeo es sitio de parada de autobuses y
camiones que van o vienen del llano y del sur de Aragua y otros que se dirigen
a San Juan de los Morros y el centro del país. Tomamos rumbo a San Casimiro
pasando por Pardillal, el puesto de la Guardia Nacional donde a decir de Lucas
Castillo, en su obra ya citada, “se cuajaba el polvo” para luego encontrarnos
caseríos que han ido creciendo con el tiempo y curvas famosas como la curva de
Ramón López y llegamos a El Tintal, El Samán, El Lorito, Paso Morocho y La
Trampita donde antes estuvo el antiguo cementerio que caminábamos por las
tardes de mi infancia asombrándonos con las centenarias tumbas en ruinas.
En este viaje
vamos a saltarnos el casco central de pueblo y sus variados sitios y nombres.
Quedaran para otra historia por escribir. Sigamos por la carretera como quien
va para Cúa y hagamos un alto en Boca del Negro para encontrarnos con la
nobleza de Pepe Gamaza, con los Torrealba y más adelante la familia Peña, los hijos e
hijas de José Denis conocidos cariñosamente como los “Machimona”. Cruzamos el
río Zuata y comenzamos a subir al encuentro de Bejucal no sin antes pasar por
el Pozo e´la loca, allí (En Bejucal) está Eustoquio, los González y los Calles.
Seguimos cerro arriba para encontrarnos con el salto de El Negrito y el caserío
donde está mi amiga Graciela Carrasquel y las antiguas haciendas de Café.
Cascada en Bejucal
Regresando a la
carretera nos encontramos con El Taparo donde están los Páez y los Castillo y
más adelante La Ciénaga por donde pasa una fría quebrada. Al frente está
Casupal un caserío perfectamente descrito por el cronista Manuel Monasterios en
su trabajo Recuerdos de mi niñez 1 (Publicado en su Blog el día 7 de abril de
2016) “También aprendí a jugar peñita de a locha y mediecito debajo de la
sombra de los inmensos bambúes de las vegas del rio Zuata, cerca de una aldea
que me llamaba mucho la atención llamada Casupal, ubicada frente a La Ciénaga,
donde todas las casas eran de barro, con techo de paja y construidas como
palafitos, pero hechas sobre la tierra y no en el agua.”
Casupal
Más adelante El Loro, el de la
capilla de la Coromoto, el de los Villegas y los Riobueno; el de misia Consuelo
la madrina de casi todos los niños del caserío, la que, como servidora pública,
impulsó la construcción del liceo y del hospital. Es poéticamente descrito por
Eleazar Casado en la obra citada (p.70): “…Ahí se cierne, digamos, o se
columpia, como una góndola en aquel deleitante mar de fronda siempre verde…”.
Realmente El Loro es eso, casas salpicadas dentro de un denso bosque. Más
arriba están Macanilla, Las Caobas, Las Canales
y Las Adjuntas inmersas en el inmenso océano vegetal que nos señala Don
Eleazar.
Capilla de El Loro
Antes de llegar a donde una línea
imaginaria que nos divide con el estado Miranda están La Cortada y Golfo Triste
al igual que El Loro un caserío sumergido entre los árboles y a orillas de una
quebrada. Allí son muchos quienes se dedican a obtener de la tierra todo cuanto
esta, generosa y fecunda, les ofrece. Allí nace nuestro río Zuata. El cronista
Salvador Rodríguez en su trabajo sobre nuestro principal afluente publicado en
su blog Crónicas de un sancasimireño (5 de mayo de 2009) nos dice: “El río Suata o Zuata
nace en las montañas azulosas de Golfo Triste, sitio de una belleza escénica,
de donde se viene bajando y en juntura con una quebrada origina el nombre de
Las Adjuntas. Sigue su recorrido de cuenca de drenaje al verter dentro de su
cauce, las aguas la quebrada de Polanco o la Ramonera, que tiene su naciente en
las filas de Polanco. Más adelante en el paso de la Ciénega, la quebrada de Las
Rosas vierte sus aguas en el río Zuata. Continúa su ruta de vida y al pasar por
Boca del Negro, sus aguas son bañadas por las torrenteras que bajan de El
Negrito.”
En este viaje vamos a emprender
rumbo de regreso a El Loro para tomar una carretera que nos llevará a Loro
Arriba, Taguarigua, la Callera, y Hoyo Negro. Otrora haciendas de café donde
hoy se producen frutas, verduras y granos de gran calidad. Allí están los
Hernández, los Cisneros y los Puerta. Allí perduran leyendas donde un árbol tiene
los nombres de legendarios guerrilleros de la década de los sesenta que se
refugiaban por esas montañas guiados por Miguel Cisneros y aún se ve por los
caminos a mi bisabuelo Filomeno Fonseca, con su cenceña y extendida figura,
cabalgar sobre su mula vigilando las haciendas o asoleando en el patio de las
haciendas las morocotas desenterradas para luego volver a enterrarlas.
En La Tigrera está Oswaldo Pérez y
su siembra de flores, está el “árbol del amor” y un ambiente idílico y frío
donde provoca quedarse a vivir lejos del cotidiano trajinar. Seguimos montaña
arriba para encontrarnos con La Barquera de don Rafael Vargas, antiguamente
prospera hacienda de café y hoy refugio de su actual dueño, un ermitaño, lamentablemente sumergido en el alcohol
rodeado de las ruinas de lo que algún día fue. Más adelante está la hacienda de
Salazar el hijo de aquel Salazar que trajo progreso al pueblo con su planta,
ubicada en la calle Monagas, que surtía
luz eléctrica a San Casimiro antes que llegara CADAFE. Ya en un salto estamos
en Polanco, con su quebrada, Polanco de los grandes árboles, de maravillosos
recuerdos. Polanco de Juan Coporo, los Espinoza y los Martínez, el de sentarse
por horas a contemplar el paisaje infinito saboreando un café recién colado.
Cerro arriba está Monte Oscuro donde está mi compai Mocho y los Vegas; los
Rivero, los Bravo, los Hernández y más
Martínez. Donde al observar unas inmensas y ancestrales ceibas pienso que esa
misma vista pasó por los ojos de mis abuelos Carlos y Antonio Torrealba cuando
recorrían esos caminos al lomo de sus caballos para ir a las haciendas de café
o seguramente impresionaron a mi madrina Augusta Carballo de Blanco cuando
empezaba su apostolado educativo por esos caseríos sancasimireños. Más abajo La familia Gualdrón donde el amigo
Perilla ordeña, rasguña un cuatro y
elabora un sabroso queso entre rasca y rasca.
Escuela de Monte Oscuro
Hacienda de Café en Monte Oscuro
Ruinas de hacienda de café en Monte Oscuro
Nos internamos en un espeso bosque
para seguir un camino tan antiguo como la tierra misma. Un camino labrado por
nuestros ancestros aventurándose por esas serranías. Ese camino cruza las
montañas y conduce a Tierra Negra, allí suena el joropo al son de las arpas de
Yoel Báez y su hijo Yoelito. Es tierra de Los Perales, también destacados
músicos del joropo central y de los Jiménez. Es café, caraota y verduras. Antes
de llegar al casco de Güiripa es preciso visitar Agua Fría. Se interna en un
bosque de donde surge una quebrada con aguas tan gélidas como su nombre; allá
está el cámara Armando Piñero, su esposa Elbinia y el resto de la familia
Piñero y están los García, gente exageradamente humana y desprendida.
De un brinco estamos en Güiripa.
“Guiripa! Aldehuela mínima de la gracia y el lucero. De la mañana y de la
brisa:” así, magistralmente, la describe Lucas Guillermo Castillo Lara en su
libro San Casimiro de Güiripa, crónicas de la tierra y de la sangre (p 267) y
más adelante nos dice: “¿De dónde salió Güiripa? Antes de la tierra, luego
de la voluntad de un hombre” (p277 de la obra citada) tal vez refiriéndose
a su abuelo el que llegó a esas tierras a mediados del siglo XIX y fundó varias
haciendas de café alrededor de las cuales fue creciendo el caserío. Pero
Güiripa, para ser objetivos, es producto de la voluntad de muchos hombres, de
nombres que quedaron anónimos en el tiempo, seres de piel tostada, manos
agrietadas y talones cuarteados que con su sangre y sudor regaron esos sembradíos.
Güiripa es el joropo de los hermanos Tovar y del cardenal Hugo Seijas y las
voces de José Luis Herrera y su hija Suheidy; es Yascarli Ruíz y el zapatear
maravilloso de los niños del joropo sabanero. Güiripa es el pincel ingenuo y extraordinario
de Oswaldo Gil; la artesanía de Yamilet García, empeñada en rescatar la memoria
de la tierra guiripeña y las manos sembradoras de Victoria Pérez. En Güiripa,
una lejana noche perdida en los añejos relatos, Un desconocido lancero asesinó
al legendario coplero José Antonio Quirpa e hirió al guitarrero en un trágico
baile de joropo que quedó marcado con tinta indeleble en la historia de nuestro
folclore.
Calle Principal de Güiripa
Capilla de María Auxiliadora, Güiripa
Entrada de Güiripa
En Güiripa, estuvo la casa de Don
Pablo Torrealba, frente a la vieja casa de los Castillo. Don Pablo fue el padre
de mi abuelo Don Antonio Torrealba quien un día muy lejano tomó rumbo a San
Casimiro, abandonando el hogar paterno para construir su propia historia. Cómo
no amarte Güiripa si de allí viene mi sangre. De allí viene la esencia y el
infinito amor por esta tierra. En Guiripa están, los primos Torrealba, los
Piñango, los Zurita, los Seijas, Guaramo, Conde, Avilez, Herrera, Gil, García,
Muñoz, Pérez, Tezara, Bastiani, Escobar, Rodríguez y un montón de manos
abiertas a la amistad.
Dejamos a Güiripa por la vía de El
Socorro, pasamos por La Trinidad rumbo a Bramador. Bramador de los Oliveros y
los Sosa, del café y del cilantro, de las caraotas y la neblina eterna. Más
adelante, como quien va rumbo al cielo, está Guambra donde aún resuena el grito
joropero de Julián Chaparro y las ruinas de la Oficina del café nos muestran
que otrora fue una prospera hacienda en tiempos del auge cafetero de estas
tierras. Pero Guambra no fue solo café, se cuenta que las caraotas de Guambra
eran las predilectas de los caraqueños por ser “una sopita” como decimos por
aquí. Allí también, en el año 1846, Rafael “El Indio Rangel”; al mando de 300
hombres y mujeres reconoció a un pulpero de Villa de Cura llamado Ezequiel
Zamora como jefe y “General del Pueblo Soberano”, alzándose contra el gobierno
conservador bajo el célebre grito de “Tierra y hombres libres”. Allá en Guambra
están los Osorio, los Segovia y los Ochoa.
Gente de Santa María
Carutico
Agarramos rumbo a Santa María, los
dominios del “cacique” Bernardo Hernández cuyo apellido y familia predomina por
este idílico paisaje de ranchos de barro, flores y hortalizas. También está el
amigo Maizo con su enorme humanidad de niño grande. Seguimos rumbo a Carutico
por una carretera donde se observa toda la serranía hasta donde alcance la
vista. Cruzamos la quebrada de Castillo y estamos en el territorio de los
Conde, los Bández, los Chaparro, los Saavedra y los Peña. Apellidos que prevalecen
por estas tierras desde tiempos antiguos. De allí bajaba el “Cantaclaro de
Aragua” Oswaldo Chaparro con su agrupación navideña “Los Alegres de Carutico” y
se hizo famoso a nivel nacional por ser el sitio escogido por Manuel González
para montar su consultorio de remedios naturales que curaban todos los males. Más
adelante, cruzando la quebrada, está
Guarataro y más adelante Roncador. Allí están los Hernández y los Reynosa todos
músicos y sembradores; de allí baja el queso e´mano y el suero que nos comemos
en el pueblo. Allí tomamos rumbo a las Dos Quebradas, al casco sancasimireño. Pero esa es otro rumbo, otra crónica y otra historia.
Roncador desde la montaña